Julia Santibáñez

Soy un electrón acelerado

LA UTORA

Julia Santibáñez *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julia Santibáñez 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Si no vas tarde es porque no estás relajada”, dice Richard con dispendio de belleza mulata. Años noventa. Mi pareja y yo estamos de vacaciones al sur de Jamaica. El tour al Río Negro salía a las 10 am del hotel; llegamos 9:50, ya pasaron veinte minutos y aunque tanto el guía como unas diez personas estamos listas, algo sucede que. no. nos. vamos. La idea es volver temprano para disfrutar la playa, así que pregunto a Richard qué nos retrasa. Entonces sonríe la frase desde su delgadez soberbia: “Si no vas tarde es porque no estás relajada”. Me trastorna. Soy el conejo blanco de Alicia, reloj en mano.

Ojalá fuera serena pero no me cargaron ese chip, vivo en el país de la velocidad. Desde la prepa zambutía cada tarde de actividades: hacía teatro con el grupo escolar y con otro independiente, tomaba clases diarias de danza, leía con urgencia, coordinaba secciones de una revista cultural, donde escribía cada mes. Todo eso además de la escuela. Sigo igualita. Un día sublime de chamba involucra leer, escribir, editar, grabar televisión, dar sesión sobre el Quijote con mi amorcita, Alma Delia Murillo. Resulto una mixtura inexplicable: mi costado zen demanda silencio y soledad, pero mi polo frenético los llena de actividades. Tengo poco tiempo, quiero hacer y aprender tanto. ¿Para qué? Para hacerlo. Para saberlo.

Me acostumbré a moverme entre pistas sin perder detalle. Atiendo Zoom mientras leo un ensayo sobre la inteligencia de las aves. En lo que hago el súper escucho una ponencia de la historia del tango. Al bañarme oigo poemas de Sor Juana en descargacultura.unam. Soy un electrón acelerado, quiero aprender pero la muerte se acerca, como dice un poema de Andrew Marvell, autor del Renacimiento inglés. Según el tópico del Carpe diem, insta a su amada a no desaprovechar los días sino poner por obra sus amores, porque “at my back I always hear / Time’s winged chariot hurrying near” (“a mi espalda siempre oigo / que corre y se acerca la cuadriga del tiempo alado”).

Por Fortuna existen momentos cuando no atiendo el reloj: al leer me concentro en las imágenes de mi cine mental, el amor me absorbe las atenciones, si escribo no pienso en nada más, practicar yoga me enfoca en el ahora, entre música y/o mis plantas trasciendo los minutos. No me sorprende que sea lo que más disfruto hacer, lo que busco como el aire porque ahí me ralentizo, creo mi ritmo particular. Peter Handke, poeta y Nobel, coincide con la maestra budista Pema Chödrön en que la duración, lo valioso, ocurre cuando uno logra estar en lo que “está haciendo, / estar ahí cuidadosamente, / atento, despacioso, / lleno de presencia de espíritu hasta las puntas de los dedos”.

Entre frenazos y arrancones oscila el viaje interior en el que vivo metida. Ustedes disculparán.