Julia Santibáñez

Por qué le menté la madre a mi libro

LA UTORA

Julia Santibáñez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julia Santibáñez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Tengo en las manos mi décimo libro. El décimo de La Utora.

Este camino de publicaciones que empezó en 1997 lleva en las costuras disciplina, rechazos de editoriales, gusto, egoísmos, duda, más disciplina, la solidez que me da hilvanar palabras. En veintiséis años he tenido infinidad de chambas y parejas, así que esta relación con los verbos es la más larga de mi existencia. Aún si supiera que no volveré a publicar seguiría borroneando textos, porque este “asendereado corazón” (diría don Quijote) es de escritora.

Mis títulos más recientes son dos de crónica del siglo XX: El lado B de la cultura. Antes hubo seis de poemas, entre ellos Eros una vez, que me dio en Uruguay el Premio Internacional de Poesía Mario Benedetti, cuando mis ingresos estaban en rojo subido y mi autoestima, abolladísima. Les antecedió uno de prosa poética y el primero, de crítica literaria sobre un poema medieval.

Entre todos, ninguno tan cuestarriba como El lado B, volumen 2. Fue una barbaridad. Suelo hacer los de poesía poco a poco; cuando uno está listo, busco editor. Es una cadencia disfrutable. Con éste, en cambio, tenía la investigación hecha, pero me comprometí a entregarle a Penguin los cincuenta capítulos en junio de este año y los compromisos laborales me rebasaban, con lo que me ponía a escribirlo luego de las diez p. m. Resueltas las broncas de mis dos trabajos (uno de ellos, nuevo) arrancaba la talacha textual. Y debía ser creativa. Entretejer historias sabrosas, con dosis de riesgo. Por ahí de las tres de la mañana, el cerebro ya frito, apagaba la computadora. A la mañana siguiente, a rendir como si nada. Así de lunes a viernes, por casi un año; sábados y domingos pulía páginas y tecleaba mi columna. Vi poco a mi familia, pedí paciencia a los amigos, puse en pausa el yoga. Mi hija bromeaba: “Ahorita no tienes una vida, pero cuando la retomes iremos al cine”. En la segunda cita con Juan Pablo señalé: “Tengo poco tiempo para estar en pareja, porque robo minutos para escribir”.

Muchas veces le menté la madre al libro, desde el cansancio y la espina de inseguridad de si valía la pena cada madrugada trabajosa. Y lo peor: mi hermana Lucía murió cuando revisaba los capítulos. El golpe me sacó el aire. Más que el aire. Podía pedir una prórroga, pero entregué a tiempo para que el volumen saliera en 2023. “Lo difícil es escribir, no escribir bien... Para escribir bien hay recetas, consejos útiles, un aprendizaje. Escribir, en cambio, es una decisión de vida, que se realiza con todos los actos de la vida”, apunta César Aira. Tal cual.

Por eso me escandaliza que exista El lado B de la cultura, volumen 2: si esto no es una noticia nivel majadería quién sabe qué sea. Denme cinco minutos para andar de fanfarriosa. Y ojalá compartan conmigo los entusiasmos.