Poeta hechizado por mujer enlutada

ENTREPARÉNTESIS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El 11 de junio de 1814, James Webster llevó a Lord Byron contra su voluntad a una fiesta en Londres en la casa de Lady Sitwell. Webster cuenta que “ahí, él vio por primera vez a la hermosa Mrs. Anne Beatrix Wilmot, quien estaba de luto y con un vestido cubierto de lentejuelas.

Cuando regresamos, Byron le pidió a Fletcher un vaso de brandy, que bebió de inmediato a la salud de Mrs. Wilmot. Al día siguiente escribió esas encantadoras líneas sobre ella. “Esas encantadoras líneas” son el celebérrimo poema “She walks in beauty”, acaso el más citado poema de amor en inglés, escrito un día como ayer hace 208 años, e inspirado por la fascinación que le inspiró a Byron el luto centelleante de Beatriz Wilmot. En el poema, Byron compara a Mrs. Wilmot con una noche estrellada y afirma que “lo mejor de la luz y de lo oscuro / se juntan en su aspecto y en sus ojos”. No fue la primera ni la última vez que el duelo de una bella mujer moviera la mano de un poeta.

Un siglo después de Byron, nuestro Ramón López Velarde escribió un extraordinario poema dedicado a la misma fascinación: una mujer enlutada, en este caso su prima. “Mi prima Águeda” es un delicioso texto en el que el virtuosismo del poeta transforma gradualmente a su prima en una canasta de frutas. López Velarde nos cuenta que su prima llegaba a su casa “con un contradictorio /prestigio de almidón y de temible / luto ceremonioso”. El poeta se descubre protegido, contra el terrible color negro, por los ojos verdes y las mejillas rubicundas de Águeda. Sabemos que López Velarde era un niño (“yo era rapaz / y conocía la o por lo redondo”) al que su prima le provocaba “calosfríos ignotos”. La escena es memorable: es la hora de comer, y en la penumbra quieta del cuarto el niño está embelesado por su prima, que era (con ese luto, esos cachetes chapeados y esos ojos verdes): “un cesto policromo / de manzanas y uvas / en el ébano de un armario añoso”.

Gonzalo Rojas vendrá, años después, a cerrar esta enlutada tercia con su provocador poema “La salvación”, que abre así: “Me enamoré de ti cuando llorabas / a tu novio, molido por la muerte, / y eras como la estrella del terror / que iluminaba al mundo”. Esta vez el luto está en su contexto natural, un funeral, y el poeta se enamora instantáneamente de la joven viuda: quiere besarla, morderla y “ponerte mi mancha en lo más hondo / de tu herida”. Confesados deseos inconfesables… Pero no hace nada, es delicado con ella y el poema nace de su arrepentimiento: “¿Por qué no te salvé / de lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?”. No haberla “salvado” lo condena para siempre: “Oh deseo terrible que me hace oler tu olor / a muchacha lasciva y enlutada / detrás de los vestidos de todas las mujeres”.

“Poeta hechizado por mujer enlutada” es un género lírico eléctrico, apasionante, no muy abundante pero de gran poderío, como lo demuestran los famosos poemas “She walks in beauty”, “Mi prima Águeda” y “La salvación”.