El fin de la democracia en Hong Kong

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La democracia está en franco peligro y retroceso desde hace ya varios años en el mundo. De acuerdo con el reporte Freedom in the World 2021, de la organización Freedom House, éste es el 15º año consecutivo en que la libertad y la democracia se reducen y hoy sólo alrededor de una quinta parte de la población mundial vive en un país enteramente libre y democrático. Por el contrario, éste es el punto en que más países en toda la historia reciente son catalogados como “no-libres”.

Hay casos dramáticos en que, frente a nuestros ojos y prácticamente en tiempo real, estamos siendo testigos del desmantelamiento de la democracia y el avance feroz del autoritarismo. Uno de ellos es el de la pequeña isla de Hong Kong, que a pesar de tener fecha de caducidad en 2047 —momento en que será devorada totalmente por el régimen chino al concluir el periodo de 50 años que se definió con Reino Unido, en que se respetaría el sistema democrático y capitalista de la isla—, hoy por hoy ya ha sufrido las consecuencias del embate dictatorial y los destellos de su vibrante democracia, que incluso nos mostró algunas de las movilizaciones ciudadanas más aguerridas e intensas años atrás, hoy han quedado en el olvido.

Es necesario recordar que la movilización política en Hong Kong llegó a puntos impresionantes. En el momento más álgido de las protestas que se dieron entre junio de 2019 y 2020, por casi un año ininterrumpido, llegaron a salir a las calles hasta 1 millón de personas de un total de 7 millones que habitan en la isla. A pesar de ello, China aprobó e implementó una nueva Ley de Seguridad Nacional que, de un plumazo, creó un garrote temible para toda la población disidente de Hong Kong, que por meses trató de oponerse al sometimiento anticipado de su territorio a las leyes autoritarias chinas que permiten ejercer censura y persecución sobre cualquier disidente. 27 años antes de que legalmente terminase el régimen de autonomía de esta isla, el gobierno de Xi Jinping logró aprobar una normatividad que, de una manera muy ambigua, establece que los delitos de separatismo, subversión, terrorismo y colusión con potencias extranjeras serán atendidos por la justicia continental, por lo que prácticamente cualquier manifestante que apoye la libertad o la democracia en Hong Kong puede (y ya ha comenzado a usarse de esta manera) ser procesado por las instituciones chinas, en donde sus posibilidades de un juicio justo son muy bajas.

Después China tomó el control político total y, en vista de que en las elecciones parlamentarias de 2016 hubo una gran participación ciudadana y decenas de jóvenes saltaron a la palestra política para luchar por la democracia y la autonomía de Hong Kong, establecieron un filtro para que ningún personaje “antipatriota” (entendido en los términos de Xi Jinping) pudiera ganar un escaño. En las elecciones que se acaban de realizar este fin de semana en Hong Kong, se llegó al nivel más bajo de participación en toda la historia: 30%. Y toda la oposición ha sido silenciada, encarcelada o amenazada. La democracia en Hong Kong ha desaparecido.