La escuela que perdió contra el autoritarismo

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El régimen de “democracia iliberal” de Viktor Orbán en Hungría ha volcado toda la capacidad destructora del populismo en las instituciones que se han interpuesto con su proyecto de concentración de poder y silenciamiento de cualquier voz crítica. En este conflicto, el control y destrucción de los centros educativos han sido una prioridad, pues los jóvenes informados y la academia independiente son un peligro inaceptable para un gobierno empeñado en destruir a las pocas instituciones democráticas.

Hasta hace unos años, Hungría era el país europeo poscomunista con mayor tasa de alumnos universitarios inscritos, con una joya de la corona que no era una institución pública, pero sí la de mayor prestigio en toda la región: la Universidad Centroeuropea (CEU, por sus siglas en inglés). Esta pequeña institución fue fundada en 1991 por el controvertido multimillonario George Soros, pero rápidamente adquirió un gran prestigio local e internacional por su enfoque dedicado a la formación de cuadros profesionales bien preparados en un catálogo de múltiples programas de posgrado en disciplinas que se necesitarían en el futuro del país, como Economía, Estudios de Género, Ciencia Política, Historia, Estudios Legislativos, Filosofía, Derecho o Sociología.

La CEU se estableció en Budapest y desde ahí formó a una multiplicidad de alumnos que más adelante se convertirían en primeros ministros, presidentes, parlamentarios e investigadores reconocidos, incluso una buena parte de los altos funcionarios del gobierno actual estudiaron ahí. La excelencia académica y la diversidad de pensamiento de sus académicos y estudiantes (con un fuerte componente de intercambios con el extranjero) fueron algunos de los elementos que ayudaron a convertir a la pequeña CEU, en donde sólo hay alrededor de 300 académicos y poco menos de 1,500 estudiantes, en la universidad mejor evaluada y posicionada de toda Hungría, así como en el lugar con la mayor y mejor biblioteca de ciencias sociales de toda Europa oriental.

Y precisamente por ello, cuando Viktor Orbán regresó al poder en 2010 junto con su proyecto populista, la CEU se convirtió en uno de sus principales dolores de cabeza, pues la potente comunidad de esta institución, educada y acostumbrada a vivir bajo los principios de la democracia liberal en construcción, criticó y se opuso a los avances autoritarios de Orbán. La respuesta del régimen fue feroz. Junto con una campaña mediática de desprestigio y linchamiento, comenzaron a realizarse una serie de reformas legales que tenían como objetivo destruir a la CEU. La universidad comenzó una pelea para tratar de sobrevivir, con marchas que lograron juntar a 80 mil manifestantes y muestras de apoyo como una carta respaldada por 17 premios Nobel. Sin embargo, no fue suficiente. Orbán logró aplastar a la CEU, que tuvo que huir de Budapest y trasladarse a Viena, en Austria. Destruida la principal oposición, el resto de instituciones educativas cayeron como fichas de dominó. En 2021, Orbán logró capturar a todas las universidades públicas y entregarlas a fundaciones controladas por sus amigos y cómplices. La caída de un pequeño espacio de libertad fue muy costosa para la sociedad húngara, que hoy tiene uno de los peores sistemas universitarios de la región. Por cierto, reitero, #YoDefiendoAlCIDE.