Mandar a los rusos a morir

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El costo de las guerras se paga con vidas humanas y cuando se trata de Rusia, sin importar si se trata de la época zarista, revolucionaria, comunista o actual, una de las constantes es que sus gobiernos han tratado de suplir su incapacidad tecnológica y militar lanzando a millones de personas a una muerte casi segura pensando que más soldados pueden compensar una menor preparación.

Vladimir Putin no ha sido la excepción, pues antes de recular sobre su invasión ilegal e intento de anexión de Ucrania, ha decidido saltar al vacío y doblar su apuesta, lanzando a cientos de miles de rusos a una guerra injustificada en la que, además, el sacrificio de vidas que Putin está dispuesto a aceptar probablemente no servirá de nada más que para prolongar este macabro espectáculo.

El 21 de septiembre, después de la segunda derrota más importante del ejército ruso en Ucrania, Putin anunció en cadena nacional una “movilización parcial” en la que alrededor de 300 mil rusos serían llamados a las armas, esto aun cuando meses antes, el 8 de marzo, había dicho con claridad que no habría ninguna movilización de ciudadanos conscriptos, pues su “operación militar especial” tendría éxito en cuestión de semanas. Pocas acciones podrían desnudar de manera tan evidente su fracaso como estos eufemismos, pues a pesar de que Rusia concentró más de 200 mil soldados en la frontera de Ucrania y preparó la invasión con más de un año de antelación, su ejército ha sido contenido y derrotado en varios frentes de batalla. De acuerdo con la propaganda del gobierno ruso, sólo han fallecido alrededor de 5 mil soldados, pero las estimaciones internacionales revelan que esta cifra podría estar entre 70 y 80 mil. Y, a pesar de ello, Putin insiste.

Miles de rusos han huido en estampida de su país y algunas protestas han ocurrido porque, así como la “operación militar especial” era una forma de llamar a una guerra abierta de invasión, la “movilización parcial” rápidamente puede convertirse en una conscripción generalizada. De hecho, la cláusula 7 del decreto presidencial establece que el Departamento de Defensa ruso podría llamar a las armas hasta un millón de rusos y, además, se castigará con hasta 10 años de cárcel el negarse a este llamado a las armas.

A diferencia de otras conscripciones, como la de la propia Ucrania, en las que se llama a las armas a los ciudadanos usualmente para defenderse de una agresión externa, en el caso ruso esta conscripción es para seguir adelante en la invasión de un país vecino por la única y entera terquedad de un gobernante que, desde su palacio, manda de manera incuestionada. Esto es una combinación para el desastre, pues difícilmente unas fuerzas pobremente motivadas, entrenadas y equipadas podrán hacer algo más que ofrecer resistencia con base en su cantidad y no en su capacidad, además de la inestabilidad interna que ya está creando la conscripción. En contraste, los ucranianos saben que se juegan su propia supervivencia, mientras sus capacidades y equipamiento crecen gracias a la ayuda internacional. Tendremos que ver cuánta sangre está dispuesta a pagar el pueblo ruso por cumplir con la voluntad y terquedad de una persona.