Tratar de heredar el poder

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta un régimen político es el de garantizar su continuidad en el tiempo. Hay muchas maneras de tratar de administrar el poder para tratar de perdurar y cada una ofrece diferentes ventajas e inconvenientes.

En el caso de los regímenes centrados en la personalidad carismática de una persona, el gran desafío es cómo mantener el poder amasado por una persona, y difícilmente compartido con otros, después de que el líder ya no está. Regímenes como el de Nicaragua, donde todo el poder está en unas manos, las de Daniel Ortega, nos dan un ejemplo de los desafíos para garantizar la continuidad de regímenes autoritarios personalistas.

El hermano del presidente Ortega, Humberto, es una de las pocas voces nicaragüenses que aún pueden expresar públicamente algo de descontento con el régimen sin tener que salir corriendo del país porque, en el fondo, además del lazo de sangre con su hermano, no son tan diferentes por su pasado durante la revolución armada y el ejercicio del poder hace varias décadas. Humberto era el brazo con el poder militar, donde fue ministro de Defensa por más de una década, mientras que Daniel se convirtió en la cara pública del poder desde lo político. Y a pesar de esto, la semana pasada la casa de Humberto Ortega fue cercada por la policía nicaragüense para, bajo el pretexto de la instalación de un puesto de seguridad y sanidad, ponerlo bajo un arresto domiciliario de facto después de haber concedido una interesante entrevista al periodista Fabián Medina que fue publicada en el medio Infobae.

La declaración que generó esta reacción es, con la mayor probabilidad, la respuesta a la pregunta sobre lo que pasaría ante una eventual muerte del dictador Ortega, que hoy tiene 78 años de edad. Dijo: “Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la presidencia, ante la ausencia de éste, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato. ¿Por qué razón? Porque la misma tendencia autoritaria, personalista, verticalista de mandar, ha castrado las correas de trasmisión del partido. El partido actualmente no tiene repuesto. Están ahí, no por una mística, sino por estar ahí como funcionarios, muchos queriendo hacer bien, pero más que todo, teniendo beneficios de esa participación gubernamental y política. Si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso”. El entrevistador preguntó: “¿Ni Rosario Murillo?”, para referirse a la esposa del presidente que ejerce una gran cantidad de poderes del Estado. “Nadie. Nadie”.

En Nicaragua cientos de periodistas, académicos, activistas y opositores han tenido que escapar del país, muchos de ellos incluso despojados de su nacionalidad por un régimen que se ha perdido completamente en la deriva autoritaria desde 2018. Ortega ha apretado mucho y construido poco, por lo que la única apuesta para mantener el poder es la idea ingenua de Rosario Murillo de imponer a su hijo como heredero del dictador. Seguramente fracasará. Los regímenes autoritarios pueden volverse muy poderosos y parecer indestructibles, pero también pueden desvanecerse en el aire en cuestión de segundos.