Mauricio Ibarra

Una cuestión ética: Clarence Thomas

STRICTO SENSU

Mauricio Ibarra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Ibarra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En abril pasado, el portal ProPublica dio a conocer una investigación acerca de la relación entre el empresario Harlan Crow y Clarence Thomas, integrante de la Corte Suprema estadounidense, gracias a la cual el juzgador había vacacionado con lujos reservados para millonarios: vuelos en aviones y yates privados, hospedaje en lugares exclusivos y hasta la compra de la casa de su madre.

Todo ello, sin haberlo reportado en términos de la Ley de Ética Gubernamental. Un mes después, Thomas justificó su nexo con el matrimonio Crow aduciendo que eran sus amigos más queridos y, por ello, durante años habían vacacionado juntos. El mes pasado, el New York Times publicó un reportaje que mostró la manera en que, debido a la intervención de tres multimillonarios, el juzgador obtuvo la membresía de un exclusivo grupo (the Horatio Alger Association), a cambio de lo cual dicha organización ha realizado eventos en la sede de la Suprema Corte cuya admisión ha cobrado.

Con el objeto de profundizar en las relaciones de Thomas con empresarios y sus viajes, ProPublica realizó una pesquisa en la que analizó correos electrónicos de aeropuertos y funcionarios universitarios, declaraciones de impuestos, así como cartas enviadas por la esposa del juzgador. También entrevistó a más de 100 testigos que incluyen pilotos de aviones y helicópteros, trabajadores de aeropuertos, tripulación de yates, guardias de seguridad, fotógrafos, meseras, cocineros, choferes y guías turísticos. El resultado de la investigación fue hecho público el 10 de agosto y muestra que, después de su nombramiento en la Corte, Thomas ha establecido relaciones con empresarios multimillonarios que le han ofrecido lo mismo vacaciones en lugares lejanos a bordo de sus yates, hospedándolo en habitaciones de lujo, dándole acceso a lugares preferenciales en eventos deportivos y mandándole sus jets privados (en más de una ocasión un Boing 737) para recogerlo.

Oficialmente, los ingresos de Clarence Thomas ascienden a $230,000 dólares y la ley le obliga a informar sobre los regalos recibidos con un costo mayor a los $415 dólares. Sin embargo, el reporte muestra que, mediante la generosidad de los magnates, el juzgador ha realizado 38 viajes vacacionales, 26 vuelos en jets privados, ocho en helicópteros, obtenido una docena de pases VIP para eventos deportivos, dos estancias en hoteles de super lujo, en Florida y Jamaica, así como una invitación a un exclusivo club de golf en la costa atlántica. Ninguno de estos beneficios ha sido reportado, a pesar de estar obligado a hacerlo. Durante más de 30 años, Thomas ha mantenido un lujoso estilo de vida, muy por encima de sus ingresos, financiado por empresarios que comparten sus ideas conservadoras. En 2001, el juzgador declaró ante la Barra de Abogados de Georgia que sentarse en el máximo tribunal traía consigo un sacrificio económico: “El trabajo no vale hacerlo por la paga -señaló- sino por principio”. Las investigaciones evidencian no sólo la hipocresía de Thomas, sino también que su permanencia en el máximo tribunal compromete su imparcialidad.