Mauricio Leyva

Aliento a muerte

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
Por:

Aliento a muerte es una pieza de grueso calibre del literato mexicano F.G. Haghenbeck (1965-2021). Su periplo por Trago Amargo (Premio Vuelta de Tuerca 2006), Solamente una vez (2007) y El código nazi (2008), por citar algunos, es el camino natural a la fascinante trama de esta obra editada en 2010. La novela tiene los componentes necesarios, sólo que con un giro especial, está ambientada en el México del siglo XIX, en los primeros meses de la resaca que dejó el imperio de Maximiliano.

Catalogada como un thriller en medio de la guerra contra los imperialistas, su personaje principal es Adrián Blanquet, un hombre que luego de estar un año en la cárcel regresa para cobrarle venganza a los verdugos que le arrebataron todo lo que le perteneció y cobra una vital importancia, el lenguaje de los símbolos en la interpretación de lo que anhela recuperar envuelto en un profundo juego de sombras del arquetipo que significa Adrián ya que él no viene del pueblo, de la “raza” patriota; era oficial del ejército imperial, descendiente de un adinerado conservador. Su regreso al terruño que ahora pertenece a alguien más, es el choque de las visiones antagónicas de lo que debía ser la patria. Complementa el cuadro dramático del original personaje junto con su huella de dolor, su falta “de dónde asirse”:

Un juez decidió que yo tenía la opción para adquirir la parte de tu padre. Tú lo sabes. Pero sólo eran propiedades. No tenía ni un mínimo centavo. Por más que buscamos no se encontró ni una moneda. Así que las propiedades pasaron a nombre de tu difunta esposa. Debiste estar aquí para salvarla y evitar esa pavorosa situación en la que se encontró cuando murió, en lugar de jugar a los soldaditos —explicó sin soltarlo. Acercó su enorme cabeza, pegando nariz con nariz—. Yo era amigo de tu padre. Traté de ayudarlo cuando lo apresaron, pero el muy gilipollas decidió comerse su pistola. Así que no vengas con tus cojonudas tonterías.

Convencido de recobrar lo que le pertenece, se alía con un curioso personaje francés que sobrevivía como atracción en las ferias y a esto se suman dos prostitutas siamesas y su madre, una meretriz. En el transcurso de la novela, los enemigos de Adrián van muriendo uno a uno, el tono va en ascenso y por sus páginas se escucha el respirar entrecortado, nervioso y agonizante de ciertos personajes. La obra es en sí deliciosa, pero entrar en ella no es fácil, su tejido es de complicado vislumbre, sus páginas iniciales son obra del efectista que quiere contagiar al lector de la fatiga y del estado moribundo, cadavérico en que camina Adrián, a la vez que se entreveran, elementos interesantes como el uso de fichas museográficas que utiliza en referencia a algún objeto, el cual será importante en la historia.

El autor mismo nos explica el porqué de este recurso que nos da la sensación de estar ante piezas míticas y especiales: “Utilicé el arte como instantáneas del pasado, como Polaroids”.

Con elementos de western y de novela negra, Aliento a muerte mucho tiene de policiaca, aunque el policía calce botas vaqueras y maneje revólver. El misterio está allí y Adrián debe desentrañarlo, cohabitan junto con él las mujeres hermosas, la vuelta de tuerca, la persecución, el ambiente enrarecido y los enemigos atroces. En una de sus partes dramáticas el lector no puede dejar de sentirse tomado por el cuello. El final de la novela es estremecedor, sorpresivo, tan sorpresivo que se vuelve necesario leerla dos veces.