Mauricio Leyva

El arte de la renta: la globalización y la mercantilización de la cultura

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El arte de la renta: la globalización y la mercantilización de la cultura es un ensayo de David Harvey que analiza las formas de apropiación y extracción de plusvalía de las diferencias locales, de las variaciones culturales locales y de los significados estéticos y de cualquier origen que tiene el capitalismo para la generación de la cultura como mercancía. ¿Cómo puede reconciliarse la condición de mercancía que tienen tantos de estos fenómenos con su carácter especial? Es el punto de partida para analizar la relación que existe entre la cultura y el capital y visibilizar los procesos de relación y vinculación de las formas culturales en el ciclo económico capitalista, partiendo de la idea de que la cultura, vista como mercancía, se diferencia de otras por sus valores distintos a los usuales como la excepcionalidad.

En el marco de este ensayo David Harvey coloca a la cultura en el centro de la lucha de los poderes monopolistas como símbolo del poder del capital simbólico colectivo y de las marcas especiales de distinción, para entender su explotación o rentabilidad social y económica.

Harvey argumenta su hipótesis de la mercancía cultural y la rentabilidad en la industria vitivinícola en la cual intervienen procesos culturales y comerciales para la inserción en el mercado de una bebida importante en la historia del hombre. Con ello demuestra cómo se absorben los procesos y tradiciones culturales locales en los cálculos de la economía política mediante los intentos de cosechar rentas monopolistas:

“La renta monopolista es siempre un objeto del deseo capitalista, los medios para obtenerlo mediante intervenciones en el campo de la cultura, la historia, el patrimonio, la estética y los significados deben ser necesariamente de gran relevancia pata capitales de cualquier especie”.

En esto, resulta relevante el planteamiento de hacer resistencia al sistema capitalista a través de la excepcionalidad en los procesos locales, mismos en los que se fortalecen la identidad y la autenticidad del valor patrimonial tangible e intangible. Las formas de extracción y apropiación de lo cultural hallan en estas resistencias locales otro tipo de fuerzas que no obedecen al flujo del capital, pero que lo entienden y dialogan comercialmente con ello como las industrias culturales que saben innovar desde la tradición, las técnicas y saberes ancestrales en la producción de nuevas mercancías. Por ello, no resulta extraño que la conclusión de Harvey apunte a lo siguiente: una globalización en la que las fuerzas de la Cultura, se apropien de las fuerzas del capital, en lugar de lo contrario.

El ensayo de Harvey abre la discusión en varios aspectos, se puede coincidir con él cuando señala que la oposición se encuentra en los procesos locales, pues allí se están generando las competencias importantes del desarrollo global. Sin embargo, la afirmación de lo “cultural” como algo ligado de forma natural como una mercancía puede ser inexacta. Lo “cultural” puede encontrarse en la economía naranja; el manejo generalizado que el autor brinda obedece más a una visión occidental que oriental.

Las consideraciones que de la cultura se hace al ligarla al arte, sin separar el mercado del arte de los procesos económicos globales, pudieran resultar arriesgadas. Sin embargo, el lector es quien tiene la última palabra en este trabajo de David Harvey que provoca e incita al debate.