Mauricio Leyva

Mis rincones oscuros

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Te fallé como talismán; por eso ahora me presento como tu testigo.

Tu muerte define mi vida.

James Ellroy

Cuando uno lee Mis rincones oscuros, de James Ellroy, tiene la impresión de estar viendo una cirugía de cortes impecables como los que realiza el forense en el cuerpo de la pelirroja Jean Ellroy en esta obra literaria.

Los Ángeles, California, es el escenario real de la muerte de la madre del propio escritor, James Ellroy nos revela la manera en la que, años después de que su mamá apareciera asesinada en una carretera en 1958, develó el misterio de su homicidio. Lo que el escritor tiene en sus manos es la historia de su propia historia, el preámbulo de su adolescencia y el borrascoso camino de su formación. La madre del autor fue la duodécima víctima cuando él tenía diez años de edad; en su narrativa no necesita echar mano de ningún artificio, porque la realidad está allí, amoratada, tendida sobre el asfalto, con un cordón anudado en el cuello, con las piernas extendidas y abiertas.

Cada frase acompaña a la siguiente con naturalidad, lo mismo que el lector sigue las pesquisas de la investigación desde el Desert Inn pasando por El Monte hasta el corazón mismo de Los Ángeles. Los cambios de voz de tercera a primera persona sorprenden tanto por su agilidad como por la capacidad de mantener la tensión y el ritmo. En esta escabrosa retrospectiva, Ellroy hurga y expurga los expedientes de la muerte de su madre y desde el estómago de sus miedos saca las vísceras a sus demonios.

Para esta catarsis Ellroy utiliza el filo del lenguaje, cada frase contiene un golpe dramático que conmociona: Angela Rojas tenía cara de desconcierto. El fondo desértico de sus fotografías estaba bellamente iluminado. Shirley Ann Bridgeford era consciente de que había llegado al final de su vida. La cámara de Glatman recogía sus lágrimas y sus contorsiones, así como el grito que la mordaza le impedía emitir. Esto nos dice el padre de la novela negra, quien usa recursos como el cuestionario o el testimonio de las cartas.

En Mis rincones oscuros se percibe el alma de la pelirroja atractiva por quien llega a sentir una atracción malsana; lo mismo ocurre con su viejo e inútil padre y una ciudad excitante y salvaje: Los Ángeles. Una ciudad que respira y huele y se aprecia como una gran tipa, burlesca igual que las prostitutas de las que habla Ellroy.

En el transcurso de su obra Ellroy nos presenta a Bill, un agente dispuesto a ayudarlo y a promoverse resolviendo el caso de su madre. La investigación durante la obra es cambiante, plástica. Se complica y gira, se enreda, se nubla, se opaca. La densidad de sus influencias policiacas, sus absurdas conductas de racismo y su peculiar modo de fastidiar a la gente, ponen en evidencia el lado débil de su ser, ese lado que, luego de descubrir la verdadera identidad de su madre cambiará por completo. Ellroy es un escritor contundente como un derechazo a la mandíbula, comprende qué es la muerte de la madre y el periplo que ésta le impone desde la ida con el padre, lo que al final viene a moldearlo y también a redimirlo.

Para concluir es necesario señalar que esta pieza de la literatura negra, con luz para los escritores, tiene mucho que enseñarles a los aspirantes a literatos ya que todo está allí y a veces, sólo a veces, el arte mayor que significa la vida, se inspira demasiado y termina revelándonos lo maravillosa y escalofriante que puede llegar a ser.