Mauricio Leyva

Utopías

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Nada más propio de tu deber, que es el de un buen ciudadano, pues, como piensa tu amado Platón, los Estados serían felices si reinasen los filósofos o filosofas en los príncipes y los reyes. ¿Cuán lejos estará la felicidad si los filósofos no se dignan siquiera a comunicar sus consejos con los reyes?

Tomás Moro

Utopía de Tomás Moro, editado en 1516 y con un grabado en la portada de Ambrosius Holbein, salió a la luz pública sin que su autor imaginara que se convertiría en uno de los clásicos de la literatura universal. De acuerdo a diferentes estudios, el nombre original del libro es Libellus… de optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopie, que se traduce en nuestra lengua a Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, que es fundamental a la hora de interpretar la lectura del mismo ya que, esencialmente, ésta es la propuesta de la obra.

Divido para su análisis y lectura en dos partes: libro primero, introducción y diálogo (Flandes 1915); y libro segundo, descripción de la isla (Inglaterra 1916). Este tratado del estado ideal que debe o puede alcanzar un país, sus habitantes y sus estructuras, inicia con una carta de ficción que envía Tomás Moro a Peter Giles, conocido como Pedro Egidio en la que relata lo que Raphael Hythloday o Hitlodeo vivió durante cinco años de estadía en Utopía y revela su personal interés: sólo me reservo para mí, es decir, para las letras, lo demás es nada. De inmediato el universo literario se revela como un espacio de expansión personal de Tomás Moro quien advierte sobre la Utopía y su charla con Hitlodeo: Se trata de que ni a nosotros se nos ocurrió preguntarle, ni a él decirnos en qué parte del mundo nuevo está situada Utopía.

El Libro Primero inicia con el Discurso pronunciado por Rafael Hitlodeo, ilustre varón, acerca del mejor estado de la república. Tomás Moro expone que se hallaba en Flandes en calidad de embajador enviado allí por Enrique rey de Inglaterra cuando conoció a Hitlodeo, quien fue compañero de viaje de Américo Vespucio. Narra Tomás Moro que un día se encontraba charlando con el cardenal cuando cierto laico comenzó a hablarles de sus leyes y el debate inicia al expresar el lacayo del cardenal que había visto a veinte delincuentes colgados, pero que, siendo tan fatal el castigo, obraban los hombres del mismo modo y la respuesta comienza a cuestionar el sistema operante en aquella época.

Tomás Moro traza el diagrama en sí del aspecto negativo de la estructura del gobierno en una crítica bien lograda, coloca al cardenal de mediador en la confrontación que se da entre el bufón –representación del carácter irónico un tanto bucólico del pueblo– y la Iglesia a través del fraile: el Cardenal tiene muy bien dispuesto que sean incluidos los vagos y se les dé trabajo, y vosotros sois los mayores vagos, le dice el bufón al fraile.

En la voz de Hitlodeo privilegia la motivación pensante que debería tener un Estado y cuestiona los consejos que recibe el rey, enfocados en idear guerras y acumular tesoros, no sobre cómo discurrir en lo relativo al mejor tratado de un gobierno. Hitlodeo encamina la mente de los allí reunidos al encuentro con la mayestática figura de Utopía en donde las instituciones son sapientísimas e irreprochables, y todo se administra con tan pocas leyes y tan eficaces, que aunque se premie la virtud, por estar niveladas las riquezas, todo existe en abundancia para todos. Las Utopías valen la pena ser releídas.