Mónica Argamasilla

Los clásicos

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Los clásicos son aquellas lecturas que no pasan de moda, que han sobrevivido al paso del tiempo, que nos siguen pareciendo actuales, porque aún tienen mucho que decir. Son voces del pasado que nos acompañan en el presente.

También son obras valiosas, un modelo en su género, cuyo tema sigue vigente como el amor, los celos, la pasión, la valentía, la venganza, la guerra, el odio, que continúan siendo tópicos con los que todos nos identificamos sin importar la época, lo único que cambia es la forma en la que se nos presentan.

Voltear a ver el pasado es una manera de entendernos, de poder explicar lo que estamos viviendo. La historia es cíclica. y tiende a repetirse, y si no la conocemos, estamos condenados a repetirla. Los clásicos son entonces, una fuente inagotable de historia y lecciones de vida.

Alguna vez me dijeron que un clásico es aquel que sigue vigente en el gusto del público aun después de muerto el autor. No es una lectura de moda o un bestseller, es una obra escrita a conciencia, con elementos perdurables, con personajes que parecen dialogar con nosotros a muchos años o siglos de distancia.

Los clásicos además, son representantes de escuelas o géneros literarios que marcaron la literatura. Son documentos históricos que nos permiten entender el pasado y poder analizarlo en el mundo de hoy.

Los clásicos tienen riqueza en sí mismos, son inolvidables y se esconden para siempre en la memoria colectiva de la sociedad y del lector.

Se dice que aquellas obras valiosas son las que nunca terminan de comunicarse con quien las lee; es decir, están en un permanente diálogo con el mundo. Es volver a leer un “pedazo” de historia, dejar impresa la huella del pasado y traerla a nuestro momento. Es por eso que suele haber tantas adaptaciones literarias y cinematográficas de clásicos, porque son la base de todo el pensamiento actual. Se dice que no hay nada nuevo bajo el sol, que todo se trata de reescribir y de rein- ventar lo que ya se ha dicho, o lo que ya ha sido creado, sólo es cuestión de dar un toque de modernidad a lo que ya fue dicho con anterioridad.

Leer un clásico es mirarnos en el espejo de una época específica y entender de ese modo la evolución cultural y sociológica de nuestro entorno. Es poder congeniarnos con los que vivieron antes que nosotros, pero aún tienen mucho por enseñarnos. Consiste, entonces, en abrir la puerta al pasado. Es una historia de amor que nunca muere.

Seguimos leyendo Romeo y Julieta, Don Quijote de la Mancha o la Ilíada y la Odisea, porque hay algo de actual en sus historias. Los seres humanos vivimos a distinto ritmo, pero lo que nos mueve es la misma esencia, en eso no hemos evolucionado, sólo cambia la forma en que enfrentamos o vivimos dichas situaciones.

Los clásicos tienen una importancia cultural que se va sosteniendo en la modernidad, es como si habláramos de los cimientos, aquello sobre lo que se construye todo lo demás. Cada piso que agregamos se nutre del peso que lo sostiene, es la herencia que va pasando de generación en generación, y de esto, se va quedando lo que nos es útil, lo que tiene una relevancia. Así, la historia de la literatura es la historia de nuestro mundo, sobre ellos se va reescribiendo, pero nunca la borramos por completo.

No importan los siglos que pasen, la literatura clásica seguirá siendo valiosa y útil para entender nuestro presente. Desde una tradición oral, hasta las primeras historias que fueron escritas, todas hablan de nosotros, de lo que somos y de lo que sentimos, por lo que en cada obra clásica vive un poco de nosotros mismos.