Mónica Garza

Adiós Rebecca…

GENTE COMO UNO

Mónica Garza*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Garza
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Es curioso…la primera y la última vez que yo vi a Rebecca Jones fue en un restaurante. 

La primera vez ella tendría unos 27 años y yo era una adolescente de unos 16 que quedó impactada de ver fuera de la pantalla chica, a quien era la gran revelación de la televisión mexicana en ese momento.

En aquel 1983 Rebecca Jones formaba parte del elenco de la telenovela El Maleficio, que paralizaba a México entero con sus brujerías, de lunes a viernes a las 9:30 de la noche.

Esa tarde ella estaba sentada ahí, comiendo sola en la mesa de ese restaurante, con un grueso libreto en las manos que leía con avidez. La actriz despedía clase por todos los poros. Su presencia era muy impresionante.

La última vez que la vi —casi 40 años después de aquella primera y ya con un montón de historia en común— también fue en un restaurante.

Estaba rodeada de amigos, con ese porte tan suyo y su amplia sonrisa de siempre, aún cuando el cáncer ya la acompañaba a todos lados y ella convivía con él como si fueran amigos. Seguramente lo terminaron siendo.

Para Rebecca fueron cinco años de saber que la enfermedad no abandonaría su cuerpo, pero encontró la estrategia para convivir con ella, tal como lo hizo con todo en su historia de vida, con elegancia y dignidad.

Cinco años en los que se mantuvo guapa, entregada, trabajando, resiliente y convencida de que el cáncer no sería más fuerte que ella, y ciertamente nunca lo fue.

Porque no lo combatió como a un enemigo, más bien convivió con la enfermedad como una compañera inevitable y a veces hasta como si fuera una maestra de teatro, bastante más exigente.

Qué gran lección nos dejó a todos Rebecca, quien el día en que las quimioterapias empezaron a tirarle el pelo, —siendo una de las actrices más estilosas y vanidosas de México—, ella personalmente tomó por propia mano la rasuradora y se afeitó la cabeza sin titubear ni un solo instante.

Y es que Rebecca Jones hizo con el cáncer lo que siempre hizo con su vida y su carrera: llevar las riendas.

Desde noviembre de 2022 la actriz supo que ya no había nada que hacer contra la enfermedad que padecía, porque se lo dijeron sus médicos con claridad y ella lo entendió con entereza y practicidad.

Comenzó entonces a ordenar su propio final. Algo que fluyó con sabiduría para ella, que supo construirse con los años una “soledad” que sus más cercanos describen como fantástica.

Rebecca Jones, en una fotografía de archivo.
Rebecca Jones, en una fotografía de archivo.Foto: Especial

Su hijo Max, siempre alrededor, pero respetuoso de no invadir la privacidad que su madre tanto defendió y atesoró en la vida, hasta su último suspiro.

Hace cinco meses el cáncer comenzó a enredar el cuerpo de Rebecca como una boa, a la que ella se entregó prudente y paciente, porque siempre fue muy inteligente para identificar las batallas perdidas, incluso esa.

Cuando supo que iba a morir, empezó a despedirse del mundo con la elegancia, dignidad y sentido del humor que siempre la caracterizó.

Redactó un instructivo de cómo quería ser despedida y a quién quería en ese último adiós. Una lista en la que solo puso seis nombres:

Maximiliano Camacho Jones —su hijo—, los directores de escena Antonio Serrano y Francisco Franco, la productora Ana Celia Urquidi, su vecina de juventud María Safont y su amiga Susana Cann. Nadie más.

Ahí especificó que, el último momento de su cuerpo en la tierra no estuviera rodeado de cámaras ni micrófonos esperando verla salir, como cuando salía a dar entrevistas después de un estreno de teatro.

Porque en esta ocasión se trataría de sus cenizas y no era una puesta en escena…

Y eso fue lo único de la última voluntad de la actriz que no pudo cumplirse, porque el ego es así, un traidor que captura a seres de lealtad frágil, esa que se pone a prueba en los más retadores momentos.

Quien advirtió a los medios, claramente no estaba en la lista de los seis elegidos para acompañar a la actriz en su tránsito a la inmortalidad. Fue una traición del más acá. El ego es así…

Lo bueno es que Rebecca ya había cruzado el puente que comenzó a caminar en su hermoso refugio, acompañada de su hijo y rodeada de su gente, escuchando una de las playlist que tanto le divertía armar, y así, poquito a poco, se fue pasando del lado de lo inolvidable e irrepetible.

Descanse en paz, una de verdad grande…