Mónica Garza

México, la impunidad en el espejo de Elisa, Malena, Sayuri, Luz…

GENTE COMO UNO

Mónica Garza
Mónica Garza
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“Comenzó a golpearme, me golpeó y después me empezó a arrastrar un tramo como de unos 150 metros. Me ató a un poste y ya atada me empezó a rociar con ácido muriático… las cuerdas se quemaron y por eso pude soltarme, y empecé a correr, entonces él se fue atrás de mí y me decía que me iba a arrojar a los canales, que iba a arrojar mi cuerpo al canal para que nadie me encontrara nunca”…

Así me narró Elisa Xolalpa Martínez su historia de terror, del día que el padre de su hijo intentó matarla en un paraje de Xochimilco, y aunque no lo consiguió, sí la dejó marcada de por vida en el 40% de su cuerpo, brazos, espalda, pecho y cara.

La voz le tiembla mientras recuerda el episodio que el espejo le escupe a la cara todos los días de su vida, desde hace casi veinte años. Ella tenía 18 cuando ocurrió el hecho, pero su agresor reapareció en 2019 con una amenaza: “vine a terminar lo que inicié”.

Desde entonces Elisa desempolvó traumas, argumentos de defensa, visitas al ministerio público y una petición de clemencia a una autoridad que no puede encontrar la carpeta de investigación que se inició en 2001, para poder mantenerla legalmente lejos de su agresor.

La denuncia iniciada hace dos años se está siguiendo por violencia familiar, ante las amenazas de este hombre que logró ser detenido el 10 de febrero de 2020 en el estado de Morelos.

Hoy está preso en el Reclusorio Sur, pero de no acreditar formalmente el intento de feminicidio ocurrido hace 20 años, podría quedar libre en cualquier momento y Elisa totalmente vulnerable.

Al ingresar en el sistema el número de la antigua carpeta de investigación, éste no arroja ningún resultado. Aun cuando periódicamente se presentó en diferentes instancias.

Elisa Xolalpa Martínez muestra los daños que le causó el ácido.
Elisa Xolalpa Martínez muestra los daños que le causó el ácido.Foto Cortesía: Elisa Xolalpa Martínez

Nadie se ocupó de dar seguimiento al ataque con ácido que casi mata a esta mujer y que hoy se ha convertido en una forma de violencia de género peligrosamente común.

“Fueron 20 años que yo tuve ese pacto con el silencio… Ya no pienso callar y quiero que esto se difunda…Quiero que quede un precedente”, me dijo ya entre lágrimas Elisa, quien duerme abrazada de la impunidad a la que la justicia la ha sometido por años.

Desde el 2000 hasta diciembre de 2020, en México se tiene un registro aproximado de 20 ataques con ácido, siendo 2018 el año más agresivo con siete casos denunciados. Aunque la cifra negra se antoja larga, porque este delito en nuestro país no está debidamente documentado.

En Frontera, Coahuila, recientemente se registró otro caso, donde víctima y victimaria fueron mujeres. En medio de una discusión en un domicilio particular, Sayuri Garza de 32 años fue atacada en la cara con ácido muriático, por quien hoy es identificada como Patricia “N”.

La joven fue trasladada de emergencia a un hospital en el estado de Nuevo León para atender la gravedad de las lesiones en cuerpo y ojos, y donde al parecer permanece.

Casi un mes después, otro caso fue denunciado en el barrio de la Nogalera, en Saltillo. Luz fue víctima de su pareja, quien roció ácido en las partes íntimas de la joven de 25 años cuando se encontraban al interior de su domicilio.

Ella quedó resguardada por la Fiscalía General del Estado, junto a sus hijos en un refugio temporal. El agresor fue aprehendido y sometido a investigación, lo cual no garantiza que reciba el castigo correspondiente, pues Coahuila es uno de los 22 estados en los que no existe una sanción específica para los ataques con ácido.

La edad promedio de las víctimas hoy es de entre 20 y 30 años y en la mayoría de los casos, los agresores son sus parejas o exparejas. 65 % de ellos han quedado en la impunidad, sin reparación integral del daño a las víctimas y con el producto corrosivo accesible y barato prácticamente en cualquier lugar.

El sistema de justicia mexicano en estos casos sigue siendo insensible, opaco, lento y revictimizante, una y mil veces.

Ahí está el mediático caso de la saxofonista oaxaqueña María Elena Ríos, en el que han pasado dos años y hoy brilla por el pantano en el que se encuentra, sin resolución judicial para su agresor y mucho menos justicia para ella.

¿Qué le espera a Elisa en Xochimilco?

¿Cuántas víctimas más necesitamos para actuar distinto? ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Ahí donde se encuentra la India o Paquistán, con 500 casos de ataques con ácido denunciados al año?…

El espejo que es México ya está suficientemente ensangrentado, ¿vamos a marcarlo ahora también con ácido?