Mónica Garza

Los niños que el encierro nos dejó

GENTE COMO UNO

Mónica Garza
Mónica Garza
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Reabrir o no las escuelas ha sido uno de los debates con opiniones más encontradas de esta semana, luego del anuncio de la Asociación Nacional de Escuelas Particulares, sobre que el 1 de marzo las escuelas privadas de la Ciudad de México volverían a las actividades presenciales de forma voluntaria, dejando en los padres de familia la decisión de enviar a sus hijos a las instituciones o mantenerlos en clases a distancia.

Al respecto, tanto el IPN como la UNAM decidieron mantener sus cursos a distancia, mientras que el área de epidemiología de la máxima casa de estudios advirtió que un regreso a clases presenciales en esta época, elevaría el número de menores infectados por Covid-19 y cerca del 0.5% enfermaría de gravedad.

Ciertamente el panorama sanitario no es el ideal para regresar a las aulas, pero hay otras dos epidemias, también muy graves, que se gestan silenciosas desde el confinamiento y muy peligrosas a largo plazo.

La primera es el inevitable rezago educativo que ha afectado a todo el mundo. La Unicef calcula que el número de niños que no van a la escuela llegue a aumentar a 24 millones, un nivel que nunca antes se ha registrado.

En México, de acuerdo a la ANEP, esta crisis ya tiene consecuencias que pueden tardar entre 6 y 10 años en subsanarse, luego de casi un año de haberse suspendido las lecciones presenciales, generando una enorme incertidumbre por un ciclo escolar que terminó de forma abrupta y con un plan de “Aprende en casa” sobre las rodillas de padres y alumnos, no siempre con buenos resultados.

“Los papás no están entrenados para dar educación en casa, no estamos preparados para ello… no hubo tiempo de un curso, para decirles en qué tienen que fijarse, como la monitorización de los trabajos o la calidad de los mismos”, opina Eduardo Pérez Ordorica, coordinador académico de la sección de Psiquiatría Infantil y del Adolescente de la Asociación Psiquiátrica Mexicana.

Y es que precisamente, la segunda gran pandemia silenciosa es la inestabilidad emocional de los más jóvenes; los estragos en la salud mental de niñas, niños y adolescentes, a quienes les ha tocado vivir conflictos muy traumáticos en el último año.

Una escuela privada de la CDMX, cerrada, el pasado 27 de enero.
Una escuela privada de la CDMX, cerrada, el pasado 27 de enero.Foto: Cuartoscuro

La muerte de seres cercanos, la incertidumbre de ver a muchos padres perder el empleo y también la estabilidad emocional; el nacimiento en algunos casos de violencia intrafamiliar, o su incremento en otros. Solo en 2020 se abrieron nueve mil 881 carpetas de investigación más que en 2019 y en la mayoría hay menores involucrados, según datos del SNSP.

La Red Nacional por los Derechos de la infancia señala que la pobreza en la que muchas familias han caído orilla a los niños a integrarse contra su voluntad, al trabajo infantil, que aumentará seis puntos porcentuales.

Esto incrementa además el riesgo de matrimonio infantil y explotación sexual que ya enfrentan miles de menores mexicanos, para quienes “el hogar” pasa a ser un peligro, en el encierro y sin las condiciones necesarias para un desarrollo sano, y peor aún, en muchos casos con su agresor en casa.

Ricardo Bucio Mújica —quien terminó su ciclo como secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños, y adolescentes el 15 de febrero pasado— señaló que, contando a los huérfanos que ha dejado el coronavirus, hay cerca de 250 mil niños y niñas deudos, muchos quedando prácticamente en el desamparo.

“Comienzan a aparecer problemas en personas que ya tenían Trastorno de Déficit de Atención pero que no lo sabían y al perder la estructura y otros mecanismos como el ejercicio y la socialización, los síntomas han empeorado” asegura el Dr. Pérez Ordorica.

Los niños perdieron con la pandemia espacios donde construyen una personalidad propia; en los más pequeños se ve afectado el desarrollo del lenguaje, el desenvolvimiento social y la percepción de seguridad, mientras que en los adolescentes se agravan los problemas emocionales.

Previo a la pandemia, se sabía que 3 de cada 10 menores de 18 años afrontaban estas situaciones y hoy se calcula que la cifra se ha disparado hasta en 7 de cada 10. “Su socialización quedó estancada, no pueden formar nuevos vínculos y la problemática que existía se quedó ahí”, finalizó Pérez Ordorica.

El “Quédate en casa” nos pegó a todos, pero los niños y niñas son el único grupo de la población que fue obligado al confinamiento y están quedando al descubierto terribles consecuencias, la enorme carencia de una atención social —y falta de estrategia gubernamental— para enfrentar de manera contenida, un futuro que se adivina complicado para niños que quedaron palpablemente perturbados tras la pandemia.