Montserrat Salomón

Biden se quita los guantes

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En su reciente discurso sobre el estado de la Unión Joe Biden ha roto lanzas y muestra una cara mucho más agresiva y decidida de cara a las elecciones presidenciales en noviembre. El presidente, que busca reelegirse y evitar así un segundo mandato de Trump, hace bien en cambiar de estrategia puesto que las encuestas demuestran que no las trae todas consigo.

Más de 70% cree que es demasiado viejo para gobernar, aunque en realidad sólo sea un par de años más grande que su rival, y la mayoría de las encuestas lo ponen detrás de Trump en la preferencia al voto.

Biden tiene fuertes argumentos a su favor en esta elección. Desde su mejor manejo de las relaciones exteriores hasta el dato duro de la economía, su mandato ha sido mucho más tranquilo y fructífero que el de su predecesor. No sólo las cosas al exterior han sido más predecibles y sin sobresaltos, sino que al interior las familias han gozado de un crecimiento que se refleja en sus bolsillos. Sin embargo, esta elección no estará guiada por argumentos de razón, sino por la pura emoción.

Cada voto esconde un sentimiento. Esto es hoy en día más cierto que nunca. Los prejuicios que tiene cada grupo del electorado son lo que guía su comprensión del mundo y, por tanto, su voto. No importan los resultados, importa si Biden es muy viejo o aburrido. No importa si los Estados Unidos tienen un gran problema para llenar las plazas de trabajo en el campo que suelen ocuparse por migrantes, importa que existe una percepción negativa hacia ellos.

Trump es un peligro para la democracia, como él mismo lo demostró al no aceptar su derrota hace 4 años. También demostró que su presencia lejos de buscar la cohesión social, polariza y destruye a su país desde dentro. En el exterior, mostró que su falta de límites morales lo lleva a romper alianzas y a acercarse a líderes cuestionables desde la óptica de los derechos humanos. También ha demostrado que antepone el dinero, generalmente el suyo, a las metas globales y las causas humanitarias. Todo eso ya lo sabemos y, sin embargo, es muy posible que los estadounidenses lo vuelvan a votar este noviembre.

Biden se está jugando su última carta: imitar la estrategia de Trump y atacar. Si logra poner a Trump a la defensiva y sacarlo de su discurso, es probable que el republicano caiga en exabruptos y radicalismos que pongan a pensar a los votantes moderados de ambos partidos y a los independientes en que es preferible tener a un anciano en la Casa Blanca que a un torbellino sin control.

La estrategia no deja de ser arriesgada; recurrir al “mira lo loco que está mi contrincante, mejor vota por mí” es un argumento triste que muestra la crisis y el paupérrimo nivel de la vida política estadounidense.