Montserrat Salomón

G-20: inacción frente al clima

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las 20 economías más poderosas del mundo se han reunido como antesala a la esperada COP26, cumbre del clima, en Glasgow. Con un aluvión de estudios científicos que urgen a la acción y que denotan cómo la tendencia actual de emisiones provocaría un aumento de la temperatura de al menos 3 grados centígrados, los líderes se enfrentan a un llamado moral de enormes proporciones.

Dentro de los estudios presentados, destaca la irremediable pérdida de los glaciares y la reducción de los hielos polares, lo que causará la inevitable elevación del nivel del mar. Se calcula que 300 millones de personas quedarán expuestas a inundaciones, además de las consecuentes sequías, incendios y otros fenómenos meteorológicos atípicos causados por este desequilibrio. Esto no sólo significa la pérdida de millones de dólares, sino la pérdida de vidas humanas y un aumento dramático en la migración, un problema que nadie quiere enfrentar.

La pandemia ha implicado un dilema moral complejo para las naciones. La crisis económica que provocaron los paros que intentaron contener el contagio afectó gravemente la vida de millones de personas. Los gobiernos redirigieron sumas importantes de dinero para reactivar la economía, muchas veces de formas contrarias a los objetivos climáticos que, a la larga, también repercutirán en pobreza y hambre.

El G-20 mostró buenas intenciones. Incluso potencias como China se mostraron con un ánimo de cooperación, pero nuevamente los compromisos ambiciosos brillaron por su ausencia. Como muestra, pactaron dejar de financiar la construcción de plantas de carbón en otros países, pero no aceptaron cerrar las propias.

El G-20 representa el 80% del PIB del planeta y, además, es responsable del 80% de las emisiones que provocan el calentamiento global. Sin embargo, los efectos dañinos del cambio climático no se centran en estos países, sino que recaen desigualmente en los países más pobres. Así las cosas, los afectados miran estas cumbres como desposeídos a través de la ventana del palacio de los ricos, esperando su compasión y misericordia.

Una vez más, esta cumbre termina con buenos deseos e intenciones, pero sin acciones definidas y eficaces. Ahora inicia una cumbre que podría equipararse en importancia a aquella de París. Glasgow es la última llamada para la humanidad. Es urgente que el apoyo económico prometido por las naciones ricas a los países más vulnerables sea ya una realidad y que todos migremos a tecnologías verdes. La política debe dejarse de intereses egoístas y ver por el bien común de la humanidad. Si no lo hacemos ahora, nuestra casa común será destruida. Como concluyó el secretario general de la ONU, nos quedamos con “esperanzas insatisfechas, pero no enterradas”.