Montserrat Salomón

Latinoamérica, un futuro incierto

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
Montserrat Salomón
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La pandemia se ha ensañado con Latinoamérica. De las imágenes apocalípticas de los muertos tirados en las calles en Ecuador hasta el absoluto descontrol de los contagios en Brasil, cuna de nuevas cepas potencialmente devastadoras para el mundo. Países pobres que no pudieron hacerse de vacunas, mientras que en los países ricos las vacunas caducan en anaqueles llenos y filas vacías. Los ricos milagrosamente consiguen vacunas gracias a la corrupción de los gobiernos. Otros viajan simplemente a Estados Unidos para hacer compras y, de paso, vacunarse. Enojo, desigualdad y desesperanza recorren la región.

A este escenario tenemos que agregarle las revueltas políticas y las crisis electorales en países como Colombia, Chile y Perú. Bandazos en las sucesiones presidenciales y líderes electos en tiempos convulsos que responden más a un populismo ideologizado que a una estrategia política. Latinoamérica se aleja, una vez más, de las transiciones que afianzan la democracia y crean certidumbre, volviendo a caer en liderazgos que ansían el poder y que amenazan las libertades conseguidas al costo de la sangre.

Ya es un mero recuerdo el crecimiento económico de hace unos años que prometía, por fin, estabilidad y desarrollo. La reducción de la pobreza y el crecimiento en la inversión extranjera nos hicieron soñar, pero bastó una crisis y sendas elecciones para que regresáramos décadas en el tiempo. No hay estadistas, sólo quedan oportunistas del poder.

La gran grieta social de nuestras naciones, la desigualdad, demostró que no hay crecimiento económico que valga si no lleva de la mano igualdad de oportunidades. Dinero siempre ha habido, pero mal distribuido. Esta desigualdad provoca una falta de cohesión social que merma la solidaridad, visión de conjunto y la apuesta por el bien común que es necesaria en los momentos de crisis. El enojo y la polarización nos están matando.

En esta polarización de las sociedades, la clase media queda atrapada entre la espada y la pared. No se beneficia de los grandes negocios y las reformas económicas de los gobiernos conservadores, como tampoco lo hace de las prestaciones sociales de los gobiernos de izquierda. Ahora resulta que la añorada clase media, símbolo del desarrollo y crecimiento de un país, es una amenaza y una condena.

El futuro latinoamericano es incierto. Lo que parecía increíble, el retorno al pasado de inestabilidad, violencia y autoritarismo, es ahora una realidad disfrazada de democracia. Nuestras endebles instituciones deben resistir el embate populista del signo político que sea. La esperanza está en la comprobada resiliencia de la región. Aguantar el vendaval y esperar tiempos mejores. Seguiremos siendo la región de los que esperan.