Montserrat Salomón

La pugna entre libertad y seguridad

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Uno de los valores sagrados de las sociedades occidentales es la libertad. Sin embargo, las democracias modernas han entrado en un dilema cuando la seguridad se esgrime como razón suficiente para limitarla. Las leyes son ejemplo de este fenómeno; las creamos y aceptamos para poner limitantes a la acción de las personas y crear espacios de sana convivencia en los que puedan convivir distintas libertades. Así, hay consecuencias si alguien hace “mal uso” de su libertad al rebasar los límites que han sido acordados por todos.

En la vida en sociedad, la libertad no puede entenderse como un valor absoluto, sino que ha de estar encaminada a buscar el bien común. Por eso ponemos reglas y tratamos de instaurar regímenes de cooperación entre las personas que buscan vivir en paz y progresar.

La seguridad, por otro lado, siempre ha sido un factor que nos mantiene despiertos por las noches y que nos ha motivado, en más de una ocasión, a sacrificar libertades en su nombre. Aceptamos que el Estado nos vigile, tenga nuestros datos biométricos, espíe nuestras llamadas y compre sofisticados programas de reconocimiento facial y cibervigilancia. Nos hemos convertido en sociedades cercanas a la distopía de Orwell.

Ahora, ante la amenaza real de una pandemia que ha marcado nuestro mundo y que ya lleva dos años lacerando nuestra vida y economía, los gobiernos se debaten nuevamente entre la libertad y la seguridad. La imposición de medidas de contención al inicio de la pandemia nos confinó en nuestros hogares y nos obligó a cerrar, algunas veces para siempre, negocios y centros educativos. Luego llegaron las vacunas y los cubrebocas, y con ellos las voces que objetaban su uso. Finalmente, algunos Estados impusieron mandatos de vacunación y de uso de cubrebocas y consecuencias contra aquellos que persistieran en su negativa a acatar las normativas. Muchas voces se levantaron señalando estas medidas como autoritarias y a los gobiernos como tiránicos.

La gran pregunta que surge es si el Estado está en su derecho de dictar normas sobre temas tan personales como la inmunización. La libertad sobre los riesgos de salud que una persona decide aceptar parece una frontera que no se debería traspasar. Sin embargo, cuando hablamos de una pandemia, el tema escala de la salud individual a un problema de salud pública que es jurisdicción del Estado.

Pocos gobernantes han querido cargar con la etiqueta de tiránicos. Sin embargo, las consecuencias para aquellos que no se han vacunado o que se niegan a utilizar cubrebocas proliferan y son la razón por la que se multiplican las protestas. La pandemia afectó nuestra vida y economía, también tendrá costos políticos considerables que veremos reflejados en los próximos años.