Nemer Naime

Neoliberalismo mágico

OJO AL GARABATO

Nemer Naime
Nemer Naime
Por:

Las calles hoy se agitan, estuvieron vacías. El mundo humano se paró 40 días. Y así le llegó a la humanidad la era de #QuédateEnCasa que trajo el aislamiento, el ensimismamiento, la distancia social.

Ahí, en nuestro encierro, encontramos nuevas formas de gritarnos, de grillarnos, de bullearnos, de matarnos. En ese espacio, que pudo verse como un momento de reflexión para contemplar la condición humana, un momento para bajar las armas mentales, verbales y letales, un momento para enfrentar a nuestros diablos y recurrir a ese famoso “mindfulness” social, optamos por hacer muchísimo más ruido que antes, optamos por escalar la Torre de Babel.

Tan encerradas en nuestras propias vidas estamos, ahora, como especie, que pensamos que la vacuna nos salvará. Éste es un error. ¿Por qué pensamos que la vacuna resolverá el problema? ¿La vacuna mejorará las condiciones laborales en un mundo de trabajo digital? ¿Reducirá la vacuna el tráfico de personas y la pornografía infantil? ¿Reivindicará la vacuna el trabajo de las enfermeras, madres y amas de casa? ¿Por qué volvemos a creer que el humano es el máximo ser en la tierra, independiente de todo lo demás, cuando somos asediados por otra forma de vida (el virus) que ni siquiera nos hemos parado a entender? ¿Es éste nuestro peor vicio, creer dioses de quien-sabe-qué? ¿Por qué creemos que una jeringa o un tren o un aeropuerto o una bendición fantasmal o algún mandatario nos salvará?

El problema es que la vacuna es ejemplo del infeccioso sistema neoliberal –ofrecer lo rápido, lo fácil, lo temporal. No se busca mejorar la condición humana, ni mejorar nuestra relación con el medio ambiente ni mejorar la forma en que nos relacionamos con -o, -a y -e. Estas opresiones al ambiente, al género y a la productividad humana son luchas de siglos y de millones, no sólo son los últimos 40 años ni de la voz que ahora ocupa el poder.

Seguimos siendo viciosamente humanos, centrados sólo en el yo-yo-yo de nosotros mismos y en nuestros universos. Nos estamos olvidando de que en la vida real no importa cuántas vacunas tengamos, no importa lo rápido que sea Internet o cuan democráticas sean unas u otras elecciones. Si el ambiente está enfermo, si no reestructuramos los problemas atávicos (clasismo, racismo, machismo) y si no luchamos contra la avaricia que nos despierta el capitalismo… si no hacemos un esfuerzo mucho mas consciente de salirnos de nuestras propias mentes y cuerpos y egoísmos, estaremos condenados a una dictadura, y a veces parece que la ansiamos.

Cuando estalló la pandemia, esa voz al mando dijo: “No durará mucho, es un bichito”. Y sin duda una pandemia es un insignificante bichito, pero esto no le impide durar y luchar y perseverar y matar. El bichito insiste siempre, porque tiene vida e inteligencia muy diferente a la nuestra, y nos daríamos cuenta si no estuviéramos siempre pensando en nosotros.

Nuestros gobernantes, como todas nosotros, piensan en sí mismos, en su condición y en su privilegio. Son humanistas. Y los humanistas no creen en pandemias. Las pandemias no están hechas a la medida del humano. Creen que las enfermedades son irreales, que es solo una pesadilla que pasará. Pero no pasa y no pasará. Y de pesadilla en pesadilla, son los humanos los que pasan. Los gobernantes, entonces, no son ni más ni menos culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y piensan que todo aun es posible para ellos (la transformación social, las elecciones democráticas, la moralidad económica). Por eso, continúan haciendo negocios, preparando giras y viajes y se dignan con opiniones. ¿Cómo habrían de pensar en la pandemia que suprime el porvenir? Los humanistas nos hacen creer que somos libres, pero nadie será nunca libre mientras haya enfermedades; y en el sistema de salud, la vacuna se vuelve un producto mágico del humanismo neoliberal.