Nemer Naime

Salud Celular

OJO AL GARABATO

Nemer Naime *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Nemer Naime 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Sin duda, ya se sabe, la pandemia es consecuencia de alteraciones del ecosistema, de la degradación ambiental y de las formas explotadoras de producción y de consumo. La pandemia de hace un siglo también se generó en circunstancias similares de inseguridad y devastación.

Esta relación causal es válida pero insuficiente si no se comunica que la propagación del virus no constituye sólo un fenómeno biológico (zoonosis: el brinco de un microbio de una especie a otra), sino que se encuentra determinada por comportamientos y condiciones sociales preexistentes. No podemos, una vez administradas las suficientes vacunas, volver a los mismos errores que nos han llevado a esta situación dos veces en un siglo.

Vivíamos, sin darnos cuenta, en un época insana, un siglo encorchetado por dos devastadoras pandemias. Y seguimos viviendo con: enfermedades mentales, enfermedades crónico-degenerativas, enfermedades virales, las no-comunicables, epidemias de alteraciones y deficiencias alimenticias, etc., etc., etc. Además, si es que por algún momento te consideras personas sana, recuerda que nuestro hogar común, la esfera celeste que nos ha sido destinada a habitar, el planeta Tierra, está también enfermo. Su elevada y desigual temperatura (como cuando a ti te da fiebre) es preocupante.

¿Cómo puede alguien declararse en sanidad cuando el aire, el agua y la tierra tienen componentes tóxicos?

Se está en un momento crítico. América Latina, con 8.4% de la población mundial, acumula 20% de los contagios mundiales y 32.2% de las muertes. 1.3 millones de personas han fallecido. Esto habla de la enorme vulnerabilidad que tenemos ante riesgos y emergencias sanitarias. A pesar de que la ciencia avanzó en vacunas, hay un déficit de solidaridad global y no se puede permitir que éste se reproduzca y agrande.

Los países desarrollados concentran casi la mitad de las compras de vacunas y tienen el 12% de la población mundial. Se sabe que América del Norte ha completado la vacunación de casi 50% de su población, la Unión Europea va por el 40%, América Latina tan sólo alcanza el 15%. Esto es muy delicado. Guatemala tiene una vacunación de 0.8% de su población, Honduras 0.6%. Hay países que no tienen ni una vacuna, como es el caso de Haití. El actual orden mundial opera bajo una política de acaparamiento de vacunas: una selecta minoría tiene acceso y garantía a más de la mitad de las vacunas en el mundo. Este gandayismo deja al resto de la humanidad en constante retroceso al sortear múltiples enfermedades con deficientes sistemas de salud.

Ésta es una estrategia errónea. Aunque la economía nos divida en pobres y ricos y desde esa posición indexada dependa nuestro acceso a vacunas, la biología confirma: cada personas es una célula en el enorme cuerpo humano extendido por toda la faz de la tierra y para que ese cuerpo este sano se debe de inocular de muchas enfermedades a muchísimas células que siguen enfermas.