CONTRAQUERENCIA

3-M: una bomba de tiempo

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez
Pedro Sánchez Rodríguez
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Una vez más los puños se alzaron, no en señal de protesta, sino para pedir silencio para buscar a los supervivientes. El desplome de dos vagones del Metro de la Línea 12, luego de que una trabe se venció, es una tragedia anunciada desde el sismo de 2017. Habitantes de la zona habían alertado a las autoridades quienes, en enero de 2018, anunciaron que luego de tres meses de trabajo y 15 millones de pesos, repararon el tramo de la vía. Es evidente que la reparación no resolvió lo importante. También es ilógico que no se construya y no se dé un mantenimiento óptimo al Metro de una ciudad con temblores frecuentes.

Nada justifica que una línea inaugurada apenas hace menos de diez años, presente problemas, nada explica que aun conociendo las fallas no se hubiera actuado y si, en efecto, se repararon las pifias, ninguna explicación sería suficiente para esta tragedia. Si nosotros sabemos de hace tiempo que el Metro está en decadencia, las administraciones de la Ciudad de México no sólo lo sabían desde mucho antes, lo provocaron o lo ignoraron. Sembraron una bomba de tiempo en Tláhuac.

Están en curso los peritajes para saber la verdad e identificar a los responsables, pero nada de esto nos bastará, porque ya es muy tarde: “Cuando la verdad ofende, mentimos hasta que no recordamos la verdad. Pero sigue ahí. Cada mentira que decimos es una deuda con la verdad. Tarde o temprano, hay que pagarla (Chernóbil, 2019)”. Decir que el 3-M se explica por la corrupción, es reducir el problema a un puñado de contratistas y funcionarios públicos, pero en realidad lo que presenciamos es responsabilidad de un entramado institucional y político, que involucra a muchas más personas. La expectativa de la investigación es que se revele un escándalo de proporciones mayores, pero la verdad es que, la tragedia, es resultado de un cúmulo de mínimas acciones que se repiten continuamente en la administración, de decisiones presupuestales que han decidido no dar prioridad al sureste de la ciudad, de falta de supervisión y atención, en una cadena de personas que participan en procesos administrativos que no se han revisado en décadas.

Por supuesto, al final de las investigaciones, contaremos con información técnica y científica que señalará a los responsables de verificar la seguridad estructural de la vía y tendremos una explicación detallada sobre lo que pasó. Pero no tendremos una confesión detallada sobre por qué no se evitó. El aumento de información y comunicación no esclarece por sí mismo el mundo (Byung Chul Han, 2013). Mucho menos lo resuelve. Es urgente una revisión estructural del Metro, pero también de edificios públicos, escuelas, unidades y edificios habitacionales, que se mantuvieron en pie desde los sismos de septiembre, pero que en realidad están comprometidos. La Ciudad de México está en una cuenta regresiva de la cual sólo el suelo tiene registro y sus administraciones no han bajado el puño desde 2017.