Pedro Sánchez Rodríguez

La decepción

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La selección mexicana jugó el primer partido en la historia de los mundiales en 1930. Compitió contra Francia y perdió 4 a 1. Se convirtió en el primer equipo mundialista en recibir un gol, en perder un partido y en anotarse un autogol. Tuvieron que pasar 28 años para empatar y 32 para ganar un partido en un mundial. Esta decepción es la quinta con más participaciones en las copas del mundo y, por lo mismo, la que suma más derrotas en esta justa. Sorprende, por lo tanto, que el deporte más popular en México sea el fútbol, siendo que somos malísimos.

¿Qué es la selección mexicana? Es un efecto similar a lo que nos gusta pensar a los mexicanos sobre la muerte. Las festividades de días de muertos tienen un lugar común que muchos repiten, que es que nos da risa y nos burlamos de la muerte. En este caso, los mexicanos nos burlamos de la derrota y de la calidad de nuestro juego. Uno le va a la selección como le va a los Pumas… aunque ganen. Ver un partido de México es una fiesta del sarcasmo, la risa y la decepción. Nadie espera nada de ellos y aun así nos decepcionan. La selección mexicana es una válvula de escape, sujeta a catarsis, gritos de enojo u odio, pero también de felicidad y de júbilo.

Contrastando con esa decepción, la afición mexicana suele ocupar los primeros lugares en los mundiales, generando una proporción importante de los ingresos económicos en los países sede. No falta la lectura de que ese consumo masivo es el que siempre garantiza estar en cada mundial. Como dicen: lo importante no es ayudar, sino participar, aunque se estorbe.

Últimamente, el sentimiento por la selección en los estadios de México, es equivalente a ver jugar en el Azteca a la Cámara de Diputados: abucheos y protestas. No basta el patrioterismo para llenar estadios. Una ola en la tribuna ya no es señal de felicidad, sino de bodrio. Es una lástima porque en los últimos años las alineaciones del Tri contemplan el que sería el remedio de nuestro fútbol: mexicanos jugando en Europa, sin que diera grandes resultados. No bastan las figuras que hacen amagues. Como en muchas cosas en el país, las fallas son estructurales.

La solución a los estadios vacíos está fuera de la caja… y hasta del país. El tricolor, a diferencia de los políticos, tienen un remedio para incrementar sus ganancias: mover su sede a California, Atlanta, Illinois. Aprovechan el sentimiento de nostalgia de los migrantes, para revivir las viejas glorias del aficionado que les festeja todo. Tal es el grado de distanciamiento con la afición, que la selección decidió despedirse no en México, sino con la afición que nuestro país tristemente dejó ir.