Pedro Sánchez Rodríguez

El tiempo

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Antes de amarrarse a las muñecas, el reloj colgaba del cielo. Una enorme manecilla de sombra cubría un disco de piedra y dictaba los minutos y las horas. De sombras, los cuartos de hora se volvieron arena que atravesaba la cintura de dos embudos de cristal. La duración de los eventos se medía en relojes de agua, clepsidras. Las jornadas de trabajo se volvieron arcilla que ardía en las minas de hierro, relojes de fuego.

La metamorfosis de la física y de la astronomía está en los calendarios. Los meses se contaban con los ciclos lunares, doce ciclos hacían un año. El calendario solar indicaba la posición de la Tierra con respecto a la revolución del Sol y con eso la crecida de los ríos, el advenimiento de las cosechas, el desplome de las flores. La administración romana nombró los meses, la jerarquía papal los ajustó al espacio.

El tiempo ha devorado vidas y mentes. Para Aristóteles era muy claro: el tiempo era una flecha disparada desde el ayer y que continúa hacia el mañana. Hoy el tiempo es flexible, múltiple y atomizado (Barber). Es un vaivén: “que el tiempo fluya del pasado hacia el provenir es la creencia común, pero no es más lógica la contraria. Ambas son igualmente verosímiles e igualmente inverificables”. Un laberinto: “infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos, divergentes, convergentes y paralelos que se bifurcan, se cortan o simplemente se ignoran”. Es átomos: “siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar y todo lo que realmente pasa me pasa a mí” (Borges). Los instantes que conforman el tiempo se ordenan por casualidades, por ideas y la memoria. Somos sombra y arena, agua y fuego, suerte y recuerdos: somos tiempo que contamos por la inminencia de nuestra muerte, por la existencia del pasado y nuestro miedo al olvido.

La memoria es la lucha entre el hombre y el tiempo (Lledó). Hay egos que no soportan ser recordados en una simple ofrenda de Día de Muertos. Personalidades que no toleran imaginarse sólo en portarretratos de mesas de noche. El tiempo en la política es como el oxígeno y parece que mientras más alto se encuentra uno más rápido se agota. A los políticos les gusta retratarse en monografías de libros de texto en los que no envejecen sus fotos, porque el poder se les escapa entre los dedos al mismo paso que el tiempo. Cuando el político se entrega al pueblo, entrega también el reflejo de su espejo.

La política es una gestión del tiempo, la memoria y del olvido. Pasa ahora mismo. El tiempo es un vaivén. El Congreso cocinó una reforma de ley al vapor para promocionar la imagen del Presidente para la revocación de mandato, que ha sido utilizada por servidores públicos de manera retroactiva. Un laberinto. El Presidente congeló los nombramientos de los consejeros del IFT y de la Cofece argumentando que, por la eliminación de uno de los órganos, el INEE, que conformaban el comité de evaluación, las listas con los candidatos para ocupar las seis vacantes enviadas por éste carecen de validez, cuando anteriormente había ratificado a una comisionada en la Cofece y nombrado a dos candidatas para el IFT, bajo las mismas condiciones (Observatel).

El poder es dueño del olvido. La aprobación se erosiona con cada error. Para contrarrestarlo, el Presidente tiene conferencias matutinas para anunciar las novedades de su gobierno, buscando erosionar el recuerdo de las funestas noticias de los días pasados. Cada escándalo es un moretón en el recuerdo que no se borra. El costo de empañar su espejo es el señalamiento de la asimetría, no del poder con el gobernado, pero de la austeridad y estatura moral del Presidente con la de un ciudadano.

Con el tiempo la esperanza no muere, pero decrece. La nostalgia por el inicio de su mandato y la fugacidad del mandato incita al Presidente a mostrar músculo, recordar por qué está en el cargo, hacer historia aunque los árboles sembrados no crezcan, las obras apresuradas estén mal hechas y su fiesta sea un riesgo mañana. Su legado será haber sido muy querido.