Pedro Sánchez Rodríguez

Waterloo y la incompetencia

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Stefan Zweig escribió, en Momentos Estelares de la Humanidad, que “el destino ama a los hombres que son como él: incontenibles. Pero hay ocasiones en los cuales se echa a los pies de algún indolente y el hilo de la fatalidad cae, durante un instante, en los incompetentes”.

Lo escribe con relación a la última batalla de Napoleón, la batalla de Waterloo, Bélgica, del 18 de junio de 1815. En este capítulo de la historia, el personaje más importante no es el emperador francés, ni el general inglés Wellington, ni Blücher del ejército prusiano. Se trata del mariscal francés Grouchy, “un hombre honrado, íntegro, recto, de confianza, pero no un furibundo guerrero, ni un estratega, ni un héroe”: un incompetente.

Napoleón le confió a Grouchy un tercio de su ejército para perseguir al ejército prusiano que fue obligado a retroceder luego de derrotarlo un día antes en Ligny. El resto del ejército, comandado por el emperador, marcharía contra los ingleses. El objetivo era impedir que el ejército prusiano se uniera al inglés durante la batalla que decidiría el futuro de Europa.

Por su parte y sin saberlo, Grouchy tenía en sus manos el destino de Napoleón y se abocó a perseguir a los prusianos, sin encontrar, hasta ese momento, rastro del enemigo. En la mañana del 18 de junio, Grouchy escucha una y otra vez el sonido de los cañones que marcaban, a cuatro horas de ahí, el inicio de Waterloo. Pidió consejo a sus subcomandantes y oficiales quienes exigían marchar a la batalla. Sin embargo, decidió no desobedecer la orden del emperador. Tuvo una segunda oportunidad para reconsiderarlo, cuando un subcomandante le rogó comandar una división de esta parte del ejército para unirse a Napoleón, pero se mantuvo firme.

A la una de la tarde, en Waterloo, tanto ingleses y franceses estaban rendidos y la victoria sería para el que recibiera antes refuerzos: Wellington de Blücher y Napoléon de Grouchy. Quedaban apenas fuerzas para un último asalto, cuando se escuchó fuego en el flanco inglés. No era francés. Se trataba del ejército prusiano que atacó, por error, al ejército de Wellington. Pronto detuvieron el fuego y se dirigieron furibundos, ingleses y prusianos, en contra del ejército de Napoleón hasta derrotarlo. Al día siguiente Londres y París, Bruselas y Alemania se enteran de la derrota. La única persona que no sabía nada de Waterloo fue Grouchy, quien al obedecer las órdenes del emperador produjo su fracaso.

Hoy, Waterloo, se utiliza para referirse a una derrota final. Una búsqueda rápida en Internet arroja que el desplome de la Línea 12, el movimiento feminista, el manejo de la Covid-19, la clase media en las elecciones del 2021, la inseguridad, el desabasto de medicamentos, fueron considerados, en su momento, el Waterloo de AMLO. Ninguno lo ha sido… aunque no le han faltado sus Grouchy.