Rafael Rojas

Biden y Cuba

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas
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Si, como todo indica, la nueva administración de Joe Biden y Kamala Harris se decide a retomar la normalización diplomática con Cuba que emprendió Barack Obama, deberá sortear algunos obstáculos. Los más inmediatos provienen de las propias tendencias que se disputan la orientación del Partido Demócrata en política exterior. La heterogeneidad de los demócratas se ha acentuado en las últimas contiendas electorales, como pudo verse en las pasadas primarias, y se refleja en la propia formación del gabinete de Biden.

La izquierda más radical y autodenominada “socialista” del Partido Demócrata (Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib, Ilhan Omar…) tiene una agenda de gran profundidad en el cambio de políticas sociales dentro de Estados Unidos. Pero esa izquierda, en materia de política exterior, suele ser aislacionista, naiv o melindrosa. Los socialistas estadounidenses no desconocen el autoritarismo de gobiernos como el de Nicolás Maduro o Daniel Ortega, pero evitan posicionarse para no alentar las políticas más hostiles de Washington.

Desde la acera del frente, la tendencia moderada del Partido Demócrata adolece de lo contrario: un intervencionismo diplomático a veces desmesurado en materia de derechos humanos y consolidación democrática. Joe Biden mismo o su nuevo Secretario de Estado, Antony Blinken, provienen de esa rama que alcanzó su mayor proyección cuando Hillary Clinton encabezó la política exterior de Estados Unidos. De aquellos años vienen algunas fricciones importantes con Rusia, Venezuela y Cuba, que muy pronto saldrán a flote.

Una vuelta al restablecimiento de relaciones con La Habana tendrá que evitar la ingenuidad de los socialistas y el activismo de los moderados. No podrá desentenderse de la violación de derechos humanos en la isla pero debería tratar de impedir que las sucesivas oleadas represivas, a veces ejercidas por el gobierno cubano para alcanzar fines en la política de Washington, determinen sus acciones.

También deberá enfrentarse la nueva administración demócrata a la resistencia que interpondrá la clase política cubanoamericana a través de los ejes que controla: el electorado del sur de la Florida, los medios de comunicación de Miami y una parte de la oposición de la isla. Barack Obama supo manejar esa resistencia con una gran destreza, pero el nuevo gobierno de Biden y Harris no tendría que ser igual de exitoso, en una coyuntura de radicalización trumpista de esa comunidad.

Por último, como sabe perfectamente el nuevo equipo de Blinken, está la línea dura cubana que, con el respaldo de Putin y Maduro, puede llegar a ser impredecible en su complicada relación con Estados Unidos. Mientras Raúl Castro manejó esa línea dura, entre 2012 y 2016, pudo avanzarse en el descongelamiento de relaciones. Cuando le soltó la rienda, los vínculos volvieron a empantanarse, aunque a partir de 2017 tuvieron a Donald Trump en la Casa Blanca para facilitar la tarea.