Rafael Rojas

Bukele y la nueva hegemonía salvadoreña

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas
Rafael Rojas
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Lo hemos visto en Brasil, en México o en República Dominicana, y ahora tiene lugar en El Salvador. Un sistema de partidos, construido durante décadas de transición democrática, en este caso tras una prolongada y costosa guerra civil, se viene abajo en muy pocos años. La combinación de un líder carismático y una plataforma mediática bien aceitada puede crear una nueva hegemonía sin mayores esfuerzos.

Nayib Bukele, su partido Nuevas Ideas y la oficialista Gran Alianza Nacional (Gana) han obtenido 86% de los votos en las recientes elecciones legislativas. Los partidos tradicionales de la transición salvadoreña, el derechista Arena y el izquierdista FMLN, han quedado reducidos a una oposición testimonial. En apenas dos años se ha alterado un mapa político diseñado durante tres décadas.

Jacobo García, corresponsal del diario El País en San Salvador, ha retratado a Bukele como un político youtuber y tuitero que aborrece el estilo socialista e indigenista de la izquierda centroamericana. Como Jair Bolsonaro en Brasil, Bukele posee una visión negativa de la transición salvadoreña, que asocia con un proceso de paz mal negociado y que no oculta alguna añoranza por el anticomunismo de la Guerra Fría.

El joven presidente ha revertido todos los intentos de políticas de la memoria, en relación con las masacres del ejército durante la guerra civil, y ha cortejado muy eficazmente a la cúpula militar de El Salvador. En los tres presupuestos de egresos presentados como gobernante, ha aumentado el gasto de defensa en más de un 10% anual. Ese incremento se ha puesto en función de una renovación tecnológica de las fuerzas armadas que se justifica ante los desafíos a la seguridad pública del narcotráfico, las pandillas y la emigración irregular.

Como otros líderes de la nueva derecha latinoamericana, Nayib Bukele ha recolocado a Dios en el lenguaje político. Con ayuda del tele-evangelismo, el presidente ha organizado jornadas de oraciones masivas en contra de la pandemia de Covid-19 y ha incentivado el mesianismo proselitista. El rechazo de la Iglesia católica no ha impedido esa desaforada instrumentación política del cristianismo popular.

Otra vez, en sintonía con las nuevas derechas regionales, Bukele ha mostrado rechazo hacia el matrimonio igualitario y ha expresado malestar con el activismo de las comunidades feministas, LGTBIQ, indigenistas y ambientalistas. Su autoritarismo se inscribe en el ascenso discursivo de una estadolatría, que rechaza la autonomía de la sociedad civil y las ciudadanías multiculturales en América Latina.

En el fondo, se trata de un autoritarismo que nace directamente del desencanto con la democracia. Una encuesta previa a las pasadas elecciones reportaba que al 54% de los salvadoreños le daba lo mismo vivir en dictadura o en democracia. En esa juventud que ha perdido la confianza en las instituciones democráticas crece la fe en el nuevo mesías millennial.