Rafael Rojas

El incendio en Matanzas y los costos del diferendo

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

El incendio en Matanzas, Cuba, el pasado 9 de agosto.
El incendio en Matanzas, Cuba, el pasado 9 de agosto.Foto: AP
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Durante seis días, cuatro tanques de petróleo ardieron a fuego vivo y ennegrecieron el cielo de la bahía de Matanzas, en Cuba. Diecisiete personas habrían perdido la vida y más de 130 resultaron damnificadas en el siniestro. El daño ambiental y sanitario, por intoxicación del aire y contaminación del mar, está por calcular.

El desastre permitió constatar, una vez más, la insufrible mezcla de hermetismo y triunfalismo con que los medios oficiales enfocan los fenómenos de la isla, el peso de la ideología y la propaganda en la política exterior cubana y el coste de la hostilidad de Estados Unidos. En vez de aprovechar la oportunidad para acercar posiciones con su vecino, el gobierno cubano quiso ver en la reacción al incendio evidencias de falta de solidaridad de Washington.

Luego de una solicitud de ayuda internacional dirigida a “países amigos”, de parte de Cuba, varios gobiernos como el mexicano, el venezolano, el argentino y el ruso enviaron apoyo logístico para sofocar el fuego. Desde México, Pemex y la Secretaría de Defensa mandaron al país caribeño más de 80 especialistas. Los buques María Cristina y Libertador de la Armada mexicana trasladaron auxilios al puerto de Matanzas.

El desastre de Matanzas fue capitalizado retóricamente por el Estado cubano para denunciar la falta de compromiso de su vecino con la agenda bilateral en medio ambiente, desastres naturales y salud pública. Tan reveladora sería esa falta de compromiso como la ideologización cubana, que hace de cualquier incidente un torneo donde vitorear el triunfo de David sobre Goliat

La respuesta de Estados Unidos a una catástrofe a pocas millas de sus costas fue lenta y distante. El Departamento de Estado y la embajada en La Habana ofrecieron, primero, asesoría técnica y, luego, asistencia humanitaria. Pero en sus mensajes, Washington decía estar a la “espera” de que el gobierno cubano hiciera una solicitud formal de requerimientos y necesidades.

Los medios oficiales y las redes sociales de funcionarios del gobierno y la cancillería cubana explotaron el contraste entre la solidaridad de México y el desinterés de Estados Unidos. La subdirectora de América del Norte, Johana Tablada, cuestionó que Estados Unidos ofreciera sólo asesoría técnica, recordó que, en desastres naturales previos, el vecino del norte no había brindado auxilio, y aseguró que los protocolos bilaterales estaban previstos para que se movilizaran recursos en catástrofes sobre el mar, no sobre tierra.

Diferente a esa valoración negativa del papel de Estados Unidos ante la tragedia fue el mensaje del viceministro Carlos Fernández de Cossío, quien afirmó que los dos gobiernos se encontraban en comunicación permanente y que Cuba agradecía el interés de Washington en el incendio de Matanzas. Sin embargo, el tono predominante en los medios oficiales e, incluso, en algunos análisis periodísticos afines al gobierno cubano, fue más parecido al de Tablada que al de Fernández de Cossío.

Los medios oficiales y las redes sociales de funcionarios del gobierno y la cancillería cubana explotaron el contraste entre la solidaridad de México y el desinterés de Estados Unidos. La subdirectora de América del Norte, Johana Tablada, cuestionó que Estados Unidos ofreciera sólo asesoría técnica, recordó que, en desastres naturales previos, el vecino del norte no había brindado auxilio

La distonía en declaraciones de funcionarios cubanos deja en pie la pregunta de por qué no logró verificarse la ayuda de Estados Unidos. Ciertamente no fue por el embargo comercial o las restricciones de protocolos previos. Tampoco porque Cuba no extendiera una solicitud formal de ayuda, aunque pudo influir. Al final, la mayor responsabilidad por la falta de apoyo recae en el diferendo mismo y el clima de desconfianza e incomunicación que predomina entre los dos gobiernos.

El desastre de Matanzas fue capitalizado retóricamente por el Estado cubano para denunciar la falta de compromiso de su vecino con la agenda bilateral en medio ambiente, desastres naturales y salud pública. Tan reveladora sería esa falta de compromiso como la ideologización cubana, que hace de cualquier incidente un torneo donde vitorear el triunfo de David sobre Goliat.

El prolongado conflicto entre Estados Unidos y Cuba es costoso y el incendio en Matanzas fue una prueba más. Si los dos gobiernos estuvieran verdaderamente involucrados en la reconstrucción de sus nexos diplomáticos habrían encontrado la manera de canalizar la ayuda desde Estados Unidos, especialmente la asistencia humanitaria, que siempre cuenta con la buena voluntad de la mayoría de la diáspora cubana en ese país.