Rafael Rojas

El régimen vigente de la transición

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Fernando Escalante Gonzalbo, académico de El Colegio de México y uno de los pensadores centrales de las ciencias sociales mexicanas, ha reunido, en la editorial Cal y Arena, algunos de sus ensayos más leídos en la revista Nexos. El libro se titula México: el peso del pasado (2023) y funciona muy bien como una introducción crítica a la experiencia de la Cuarta Transformación.

Al cabo de cinco años de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, esa transformación, anunciada como un cambio de los tamaños de las tres transformaciones anteriores, la Independencia, la Reforma y la Revolución, sigue siendo una promesa o un eslogan de campaña electoral. En la práctica, el régimen de la transición sigue vigente, aunque su crisis sea inocultable.

Escalante define con precisión ese régimen, construido en lo esencial entre los años 80 y 90 del pasado siglo. Sus tres pilares han sido la democracia (pluripartidismo, competencia electoral, IFE-INE), el mercado (desregulación, privatización, independencia del Banco de México, TLC-TMEC) y Estado de derecho (autonomía del poder judicial, organismos de rendición de cuentas y transparencia).

A diferencia de lo que sucedió en muchos países latinoamericanos, donde esos cambios se produjeron en poco tiempo, a principios de los años 80, en México, aquella, que sí fue una cuarta transformación del país, tuvo lugar en un periodo relativamente largo de más de dos décadas y en forma gradual. Pudo haber iniciado hacia 1977 con las reformas impulsadas por el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, y se consumó con la alternancia del año 2000.

Esos tres pilares, democracia, mercado y Estado de derecho, con todas sus grietas e inacabados, siguen en pie hoy. A pesar de todos los embates contra los organismos autónomos y del incremento en los programas sociales, lo que Escalante llama el “exoesqueleto” del nuevo régimen (IFE, Banco de México, TMEC, CRE) sigue rigiendo el núcleo central de las políticas públicas del actual gobierno. La adelantada sucesión presidencial lo confirma.

El cambio que se ha producido no califica como “fin del modelo neoliberal” y no proviene, exactamente, de la gestión de Morena y el Presidente López Obrador. El cambio viene de atrás y se origina en la crisis de seguridad que estalló durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, aunque sus primeros indicios se manifestaron durante los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox.

Muchas de las discontinuidades de este sexenio (militarización, combate a organismos autónomos, centralización de la política de derechos humanos, conflictos con organizaciones feministas y ambientalistas) son resultado del intento de hacer frente al desafío de la inseguridad, producido por el crimen organizado y por un Estado rebasado en sus funciones de orden público. La crisis de seguridad no supone un cambio de régimen sino un cambio en el mismo régimen.