Salvador Guerrero Chiprés

Biden: la omisión de los cárteles

CIVITAS

Salvador Guerrero Chiprés*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Salvador Guerrero Chiprés
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Por México transita una enorme cantidad y variedad de drogas y, de ellas, una porción importante se fabrica en nuestra nación. Sin embargo, muertos, desaparecidos vinculados en enorme proporción al combate entre cárteles, así como encarcelados por la producción y trasiego de drogas ilegales están situados más en territorio nacional que en la patria de la mayor masa de consumidores del mundo.

De Estados Unidos no sabemos, en toda su historia, de primeros productores y traficantes mundiales de droga.

Ahí donde todo es —cuando se trata de empresas exitosas, nacionales o globales— sistemático y coordinado con sus entornos, generador de innovación y despiadadamente pragmático, al menos en la experiencia aparente, la empresa delincuencial llamada cártel no existe visiblemente.

No hay cárteles o no sabemos nada de ellos, y los consumidores estadounidenses son sólo víctimas de las enormemente crueles y oscuras alianzas de delincuentes extranjeros y las ocasionales lacras de células relativamente pequeñas, descritas de vez en cuando en alguna película rodada en Miami, California, Boston o Nueva York, o en el desconocido Missouri, hasta el lanzamiento de Ozark.

La industria cultural solamente reproduce pequeños organismos interconectados con cárteles en Colombia o en México. No hay señorones de la droga sino medio capitanes de la distribución. O eso se hace parecer.

De la detención de capos no hay ninguna historia significativa comparable al imperio criminal descrito por ellos mismos de colombianos y mexicanos.

¿Dónde está el equivalente estadounidense de El Chapo o de Escobar? En tal contexto, es curioso el señalamiento del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien desde su señorial tibieza sólo ve el cártel en tierra ajena, y decidió mantener a México en la lista de países de mayor producción y tránsito de drogas, el mismo día que Ovidio, el hijo de El Chapo, fue extraditado.

Omite recordar la epidemia por sobredosis empeorada en Canadá y Estados Unidos, de acuerdo con el más reciente informe de la Junta Internacional de la Fiscalización de Estupefacientes de la ONU, presentado en México en marzo pasado.

En Estados Unidos se estima que al año mueren cerca de 150 mil personas por sobredosis. El fentanilo se ha convertido en un severo problema: el año pasado provocó tres cuartas partes de las muertes.

En el Ángel de la Independencia, Ken Salazar, el embajador de Estados Unidos en México, lanzó gritos entusiastas a las vidas de nuestras naciones en el evento organizado por Diana Alarcón González, la asertiva coordinadora de Asuntos Internacionales del Gobierno de la CDMX que encabeza Martí Batres. Es una de las funciones de los embajadores, defender los intereses de sus países.

Salazar es, en ese sentido, estelar: su sonrisa complementa ilustrativamente una enorme sagacidad e inteligencia práctica, advertibles desde su defensa programática de las agendas nacionales de Estados Unidos y México, mientras no entren en contradicción.