Valeria López Vela

Los antihéroes de 2020

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
Valeria López Vela
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Como cada año, dedico mi penúltima columna del año para señalar a quienes —en mi opinión— pueden considerarse como los antihéroes del año. La conducta de estos personajes, ya sea por sus acciones o por sus omisiones, complicó el desarrollo humano, obstaculizó el progreso o minó las estructuras que sostienen a nuestras sociedades.

Durante los últimos cinco años, la lista ha sido encabezada por Donald Trump y espero, de corazón, que no lo haga más. La participación en la política del empresario en bancarrota, venido a presidente populista, es una sombra grande, torpe y corrosiva para la historia americana; lo es, también, para cualquiera que haya ligado su nombre al máximo representante de la lepra democrática. Trump se equivocó en todo lo que tiene que ver con el respeto, con la tolerancia, con el aprecio por quienes piensan distinto a su obtuso ego megalomaniaco.

Jair Bolsonaro, el actual presidente de Brasil, ha tenido un liderazgo corrosivo para la dignidad humana. Sus discursos de odio, la irresponsabilidad de la crisis sanitaria y su incapacidad para corregir el rumbo frente a la evidencia científica lo convierten en un peligroso borracho de poder.

Vladimir Putin es, sin duda alguna, el antihéroe más temible de todos; no sólo por la sólida economía y portentosa fuerza armamentística que controla sino, especialmente, por la combinación de una mente aguda, calculadora, milimétrica —formada en los centros de inteligencia militar rusos— y la completa ausencia de criterios morales.

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, se ha aprovechado de las tensiones religiosas con los practicantes del Islam para, desde ellas, jugar sus cartas en una Europa de la que Turquía termina —y no— de formar parte. El gobierno de Erdogan aceptó hacerse cargo del tránsito migratorio y la crisis de refugiados a cambio de apoyo económico y la posibilidad de que Turquía se convirtiera en miembro de pleno derecho de la Unión. Sin embargo, las continuas violaciones a Derechos Humanos y la política totalitaria del régimen anuncian imposible la materialización de la promesa. Al menos, la crisis de refugiados es de dominio público y hay apoyos, planes y retribuciones; otros países aceptaron realizar la complicada labor a cambio de impunidad.

Si no estuviera tanto en juego, podríamos imaginarlos como personajes de animación; juntos formarían “La legión del mal”. Como es claro, solamente Putin sería el antagonista sobre el que giraría la historia. Los otros no son más que errores de un mal guion, patiños de ocasión; irrelevancias históricas, pues.

Los antihéroes son lo que, a veces, se necesita para que el estricto apego a la ley, el respeto por la democracia y los derechos humanos recuperen el brillo que la normalidad les quita.

Así, la próxima semana escribiré sobre los personajes que, en un annus horribilis, nos devolvieron la sonrisa, la confianza y las ganas de seguir luchando.