Valeria López Vela

Democracia o muerte

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El discurso que dio el presidente Joe Biden, con motivo del estado de la Unión 2024, pasará a la historia como uno de los mejores por la articulación de ideas y argumentos. Pero, sobre todo, será recordado porque fue una suerte de ultimátum para los ciudadanos estadounidenses y, hay que decirlo, del mundo sobre los riesgos de perder nuestras democracias.

Biden, además, delineó el perfil de cualquier gobernante populista: desprecio por los resultados electorales, falta de atención a la salud pública —específicamente, a la pandemia de 2020—, mitomanía histórica, histriónica e histérica, su doblegamiento frente a los dictadores del mundo —fundamentalmente, Vladimir Putin—. Y no, no llamó a Donald Trump por su nombre; se refirió a él como “mi predecesor”…

El diagnóstico moral que hizo Biden es preciso, pues las opciones políticas para Estados Unidos, y para buena parte del mundo, son las mismas. Los votantes tendrán que optar entre los valores democráticos y las emociones del populismo; en otras palabras, al momento de tachar la boleta electoral, como dijo Biden, tendremos que optar por “la honradez, la decencia, la dignidad y la igualdad” o por “el odio, la ira y la venganza”. La decisión enfrenta a los argumentos morales con los resentimientos emocionales.

Coincido con Biden en que un mundo sin derechos humanos se convertirá en el imperio del capricho, de la sinrazón, de discriminación, de persecución, de represión, de violencia, de abuso de poder y de negación de libertades y servicios básicos.

Y aunque la democracia liberal, sostenida por el lenguaje de los derechos humanos, no ha sido y no será perfecta, será siempre mejor vivir bajo un horizonte de respeto que de rencores.

Si los votantes se decantan por los candidatos populistas, tendríamos que conformarnos a sobrevivir: a vivir sin esperanzas, a renunciar a un mejor futuro. Pero siempre será mejor vivir con un gobierno que reconoce sus imperfecciones y busca remediarlas, que con un gobierno populista que se reconoce ideal, acabado y sobre el que no cabe ninguna crítica porque carece de cualquier error. Y eso es, simplemente, imposible. Todo y todos podemos y debemos mejorar. Quien diga lo contrario o es un mentiroso, un sociópata peligroso o ambas. Y yo no confiaría mi vida, ni la de los míos, a alguien así.

Estas elecciones marcarán el futuro: democracia o populismos; derechos humanos o sectarismos; igualdad y oportunidades para todos o privilegios de los amigos de los poderosos. También se trata de defender la “libertad reproductiva”, como un pilar de la igualdad y la justicia entre los géneros.

El final del discurso del presidente Biden fue contundente: “El dilema que enfrenta nuestra nación no es qué edad tenemos, sino qué tan viejas son nuestras ideas”.

Si queremos tener futuro, el populismo no es el camino.