Valeria López Vela

Ucrania… defender la paz

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Un ejército debe estar dispuesto todos los días, todas las noches, y todas las horas del día y de la noche, a oponer toda la resistencia de que es capaz”

Napoleón

Si tuviera que resumir, en una frase, los acontecimientos de los últimos días en Irán, Rusia, Ucrania o Estados Unidos sería: la defensa de la libertad. Pues, como se sabe, ni los derechos ni las libertades ni la democracia pueden darse por supuestos, en éste ni en ningún país o momento histórico. Por ello, su defensa debe hacerse siempre.

En este espacio he dado cuenta de las intenciones bélicas que el exdirector de la KGB y actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha mostrado desde hace tiempo, quien ya había jugado sus cartas en el póker de la guerra: el descarado incremento en la compra de armamento, la inversión en submarinos, el aumento del nacionalismo, la invasión a Ucrania…

Biden ha querido pasar a la historia como un presidente líder en la política doméstica y en la internacional. Ha buscado, además, restaurar el poderío de la OTAN y recuperar los valores de la comunidad internacional. Ahora, como precandidato tiene que mostrar que la defensa de los valores del liberalismo no conoce tregua.

A diferencia de su homólogo estadounidense, Putin ha deseado ansiosamente el conflicto que lo corone como el gran gobernante ruso. Para Putin, el conservadurismo imperialista le ha servido de excusa para cometer crímenes atroces.

Mientras leen estas líneas, Vladimir Putin continúa con la invasión a Ucrania; posiblemente hay un incendio que hace cenizas los pocos bienes de varias familias. Hay personas que están siendo torturadas, humilladas o vejadas por defender a los suyos.

Hoy, tras 450 días de la invasión a Ucrania, en medio de un conflicto potencialmente nuclear, entre gobiernos radicales —populistas, fascistas—, la desesperanza marca el tono de las personas y de las relaciones.

Durante algunos años, pudimos construir la ilusión de la vida; nos dimos el lujo de creer que la paz nos duraría para siempre; que los conflictos se mantendrían contenidos, puntuales, lejos de nosotros y que no volveríamos a vivir la tensión de la Guerra Fría: que ya no eran necesarios los refugios ni las previsiones. Pensamos que teníamos condiciones para realizar nuestros sueños, creímos en la idea de la aldea global.

Dadas las condiciones y los reajustes geopolíticos que impactan a las sociedades, el aumento en la violencia en las familias, centros de trabajo o ciudades ha aumentado, pues la guerra normaliza el desafío a las leyes, a las autoridades y a las estructuras que nos sostienen. Así, la microviolencia y la macroviolencia correrán paralelas.

Pero, como dijo Churchill: “La guerra es una invención de la mente humana; y la mente humana también puede inventar la paz. Y defenderla, siempre que sea necesario”.