2 de junio

LA VIDA DE LAS EMOCIONES 

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Los terapeutas hemos dejado de ser, en lo general, un misterio para los pacientes, lo que no quiere decir que ahora vamos a publicar toda nuestra vida, pero tal vez algunas partes de nosotros, de quiénes somos, se transparenta en las redes sociales. Qué piensa nuestro terapeuta sobre aspectos fundamentales de la vida me parece una información que lejos de contaminar el proceso, nos permite tomar mejores decisiones sobre con quién vamos a compartir nuestra intimidad en caso de necesitar terapia.

Sirva esta introducción para hablar de las próximas elecciones presidenciales de este país, desde mi perspectiva de ciudadana común.

He seguido de cerca todo lo que ha pasado en los últimos meses (parecen años) desde que comenzaron las campañas. La política en México es francamente asquerosa. Uso este adjetivo porque describe con precisión lo que me hace sentir el sistema de partidos en nuestro país. Los actores políticos brincan de un lugar a otro según convenga a sus intereses, como si las convicciones no tuvieran nada que ver con militar aquí o allá. En un acto de proyección esquizofrénica, todos los involucrados acusan a los otros de tener un pasado priista o panista, cuando todos tienen un pasado o un presente priista. Hace tiempo quedó claro que los partidos están en franca descomposición. He leído a muchos opinar que si una se siente defraudada por todos los candidatos es porque tiene expectativas idealizadas o porque es francamente una esnob que cree que nadie la merece. Creo que la desilusión es legítima y debería respetarse.

Soy de esas personas que han padecido la idea de tener que votar por el mal menor, pero de todos modos lo voy a hacer. El mal menor se llama Xóchitl Gálvez, una mujer de origen indígena, ingeniera, empresaria y política. Gálvez me parece transparente y aunque errática, la veo con más capacidad de negociar y coordinar a un equipo que le regrese a México los modestos logros que ha tenido en su historia democrática: la independencia de los poderes, el sepultamiento del presidencialismo, el respeto por la pluralidad y la crítica al poder.

Desde que nací, México es un país pobre y no ha dejado de serlo, pero siempre hubo medicinas, quimioterapias, campañas estupendas de vacunación, presupuesto para la ciencia y la cultura. No ha habido un sexenio más violento, con más candidatos asesinados, con más desaparecidos, con más muertos. No ha habido uno peor en polarización entre buenos y malos mexicanos, uno más populista, uno más retrógrada en el que en vez de trabajar en estrategias para combatir el cambio climático se construyó una refinería, un tren caprichoso y un aeropuerto que casi nadie utiliza.

En las últimas semanas, he visto más de cerca a la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum. Sus seguidores la ven fuerte, decidida, con el poder para controlar la conversación y llevarla a donde le conviene. Dicen que ha sufrido misoginia y no lo dudo. A mí me da igual que no sonría o que sonría feo. Me preocupa su talante despectivo, condescendiente. ¿De verdad es una cualidad no dirigirle ni siquiera la mirada a su contendiente en las elecciones? Me parece una actitud de soberbia, muy cercana a la de su jefe, que desprecia a todos los que no piensan como él. Me preocupa la personalidad de esta candidata que a tantos les parece inteligente y preparada. Yo veo intransigencia, frialdad para mentir, desprecio por las causas de las mujeres, de los pobres que abarrotan las cárceles, fanatismo, radicalismo y el mismo discurso del presidente en funciones: “yo soy el pueblo y del pueblo, ya no me pertenezco”. Más allá de la cursilería y mucho más preocupante es la idea de que solo existen ellos y su forma de hacer las cosas. Ningún país exitoso social y económicamente se ha construido sin consensos con las distintas fuerzas sociales y políticas. Me gusta que Xóchitl pronuncie mal la erre, que no se haya arreglado los dientes, que no se haya puesto nada en la cara para parecer más joven, que use huipiles, que se equivoque. Veo más flexibilidad, cualidad indispensable para llevar a un buen lugar cualquier causa colectiva. Sé que tengo pacientes panistas, priistas y morenistas. También sé que podemos pensar distinto y de todos modos seguiremos trabajando en equipo, como siempre. Tengo amigos que votarán distinto a mí. Igual los respeto y los quiero. De eso se trata el 2 de junio. De eso se trata el respeto por la democracia.

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