Valeria Villa

El poder del arrepentimiento

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Estaba pensando que tengo edad suficiente para empezar a ver la vida con cierta perspectiva. No he sido de todo y sin medida pero sí he vivido varias vidas en cinco décadas y hay varios pasajes de mi historia de los cuales me arrepiento.

La filosofía que afirma que el arrepentimiento es malo y que hay que enfocarse en el futuro y olvidar la amargura o los errores del pasado, es muy popular pero inútil. Arrepentirse es una emoción negativa, necesaria para el aprendizaje y para corregir las malas decisiones. De acuerdo a la investigación de Daniel H. Pink, condensada en su libro The power of regret (Riverhead Books, 2022), el arrepentimiento nos hace mejores. Pink dirigió el Proyecto americano del arrepentimiento, que encuestó a cuatro mil 500 personas en Estados Unidos. También lanzó un sitio llamado La encuesta mundial de arrepentimiento, que compiló más de 16 mil historias de arrepentimientos, que compartieron personas de 105 países.

El arrepentimiento es difícil de definir. Suele entenderse como “el sentimiento desagradable asociado con una acción o inacción que una persona ha realizado y que lo llevó a un estado de las cosas que desearía fueran diferentes”. Es un sentimiento displacentero asociado a un pensamiento del pasado. Es también un proceso, que es posible gracias a que tenemos la capacidad de viajar al pasado y de contar historias. Es común pensar que de haber estudiado otra carrera o elegido vivir en otro país o no haberse casado, la vida sería mejor. La gente se imagina y fabrica escenarios en los que es más feliz si su vida hubiera tomado otro rumbo. Sentir arrepentimiento es señal de salud mental. La gente que no se arrepiente de nada puede estar gravemente enferma, porque nunca siente culpa aunque haga daño. Gracias al arrepentimiento se comparan escenarios imaginarios y se asignan culpas. Aceptar que a veces somos la causa de nuestro propio sufrimiento, es el principio de la reparación y del cambio.

Casi todos los arrepentimientos compilados en la investigación de Pink, pertenecen a cuatro categorías. La primera se llama arrepentimientos fundacionales: se refieren a la incapacidad de demorar la gratificación de los deseos. Son, por ejemplo, decisiones sin visión de largo plazo, como gastar demasiado y ahorrar muy poco; también poner poco esfuerzo en la escuela, en la casa o en el trabajo. Las consecuencias de estas decisiones no son inmediatas y se evidencian con el tiempo y cuando aparecen, se perciben como demasiado graves y profundas como para poder repararse. Si pudieran resumirse en una frase, ésta sería “si tan sólo hubiera hecho el trabajo”. Por ejemplo, esta mujer de Alberta, Canadá: “Me arrepiento de no haber cuidado de mi salud a través de los años. Hice muchas cosas que lastimaron mi salud. Tampoco ahorré para mi retiro, y ahora, a los 62, estoy enferma y quebrada”. Este tipo de arrepentimiento tiene que ver con sobrevalorar el ahora y subvaluar el futuro. Es valorar la gratificación en la juventud más que la salud y la satisfacción en la madurez. Mucha gente que respondió las encuestas, describió excesos de juventud, como este hombre de 31 años, de Arkansas: “Bebí demasiado en mis veintes y olvidé mis planes”; una mujer irlandesa de 45 años: “No cuidé de mi misma cuando era joven. Bebí y fumé demasiado y me acosté con demasiados hombres”; un hombre de Virginia de 49 años: “Me arrepiento de no haber tomado más en serio la universidad. En vez de pensar en el futuro, perdí mucho tiempo disfrutando el presente”.

Muchos de los testimonios de arrepentimientos fundacionales hablan de beber demasiado alcohol, pasar demasiado tiempo jugando videojuegos, viendo televisión, gastando dinero, dejando de lado estudiar, ahorrar, practicar un deporte o tocar un instrumento o cualquier otra actividad que requiriera un compromiso estable. Una mujer de Arizona de 44 años: “Me arrepiento de no haber encontrado a un buen terapeuta 10 o 15 años antes”; una persona no binaria de Oregon, de 57 años: “Me arrepiento de no haber tomado antidepresivos en 2002 cuando me los recetaron por primera vez y esperarme hasta 2010. Han sido una bendición y me arrepiento porque esos ocho años hubieran sido muy diferentes si hubiera empezado antes”.

En cada arrepentimiento se encierra una solución: el mejor momento para plantar un árbol es hace veinte años. El segundo mejor momento es hoy.