Valeria Villa

La cura por la palabra*

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Una recomendación clásica del mundo de la psicoterapia es que hablando se arregla casi todo. Los terapeutas hemos dicho mil veces, sostenidos por las enseñanzas de Freud, que todo lo que duele y no se verbaliza, regresará en formas mucho más monstruosas.

La metáfora mecanicista de la olla express sigue usándose para describir a alguien que por no hablar, estalló un día e incendió la cocina y hasta la casa. Ejercer la libertad para decir lo que sentimos y pensamos es una idea bien vista socialmente. Creemos en las bondades del lenguaje.

En términos de la ética de la cura freudiana, lo indecible del síntoma es algo que se libera con la palabra. La liberación mediante la palabra es política porque trasciende lo privado, porque interpela e involucra al otro. Quizá pensamos que todo se arregla hablando por culpa de Freud y sus pacientes histéricas, a quienes intentaba curar mediante la catarsis de las palabras. Se trataba de confiar en los relatos de las pacientes, para ayudarlas a liberarse de sus malestares físicos inexplicables. Así empezó la talking cure, para poner en palabras lo que enfermaba. Pronto se descartó la necesidad de la hipnosis. Las pacientes demostraron que podían evocar su pasado y explicar lo que sentían, aunque había agujeros en la memoria, pero no era la sugestión ni ningún otro poder lo que debía guiar la palabra, sino el deseo. La libre asociación freudiana es francamente una maravilla. Quien haya estado en análisis sabrá que una empieza a hablar y de la nada aparecen imágenes, recuerdos y pensamientos que no estaban en el radar. Lograr hablar de lo inconfesable es señal de que se ha llegado a un lugar seguro.

Freud pensó que detrás del padecer histérico había una historia enmudecida. La palabra historiza, revisa la historia, ayuda a contextualizar un trauma y tal vez a darle otro significado; se reconstruye, se descompone y se recompone la historia del sujeto; hablar es liberador pero también abre la posibilidad de reescribir la historia al ensanchar el campo de la memoria. Haciendo conscientes los recuerdos, la palabra es liberadora para la memoria. Esta liberación exige un trabajo duro que es rememorar, elaborar, abrirse paso hasta los recuerdos. Es a través de este lento trabajo de rememoración que el paciente se abre poco a poco un camino.

El síntoma participa en el relato, porque es otra forma de expresión subjetiva. Es otra forma de declarar o pronunciar lo que no puede ser dicho. Freud reconoce esta función sustitutiva del síntoma que ocupa el lugar de la palabra. “El síntoma es la declaración que se abre paso ahí donde la palabra no puede hacerlo frente a la resistencia final o definitiva a la rememoración. El discurso no sólo está compuesto de lo que se dice con la palabra, sino también de lo que se sabe sin saberse, de lo que sólo puede llegar a decirse con esa otra palabra del síntoma”.

También puedes escuchar la columna aquí.

La cura por la palabra*La cura por la palabra*

*Basado en el texto “Clínica y política de la palabra en psicoanálisis”, Mario Orozco Guzmán y David Pavón-Cuéllar, en revista Andamios, diciembre 2021, Ciudad de México