Valeria Villa

Perdón y gracias

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La gratitud es un deber que debe pagarse, pero no un derecho que debe exigirse.

Jean-Jacques Rousseau

Esther Perel, famosa terapeuta de parejas, afirma que si alguien que fue infiel no es capaz de pedir perdón por el daño causado y minimiza el hecho o desvía su responsabilidad hablando de lo mal que estaba la relación, no es alguien con quien valga la pena seguir adelante.

Abundan las investigaciones sobre el impacto positivo en la salud mental de quienes hacen de la gratitud un hábito. La gratitud es reconocer lo bueno que hay fuera de nosotros: las personas, la naturaleza, la belleza, todo lo que sale bien. Además de ser capaces de verlo, hay que expresarlo.

Existen dos palabras que podrían hacer nuestra vida mucho más amable si las dijéramos con más frecuencia: perdón y gracias. La primera es indispensable para empezar el proceso de reparación de una relación lastimada. Es difícil de pronunciar porque implica aceptar que hemos hecho daño, intencionado o no. Es común que las personas no sepan pedir perdón sin justificarse: “Te grité porque me hiciste enojar” es un clásico de quien no se responsabiliza de la gestión de su ira. Cuántas relaciones mejorarían si una madre o un padre pudiera decir “perdóname, en aquel entonces no me di cuenta de que te hacía daño”; sin embargo, en los relatos de los pacientes abunda lo contrario. Padres y madres que dicen haber hecho lo mejor que pudieron, que no se acuerdan de tal incidente traumático, que no fue para tanto, que nadie te enseña a ser madre. Pedir perdón es un acto de humildad, de aceptación radical de que nos equivocamos, de asumir el peso de lo que hacemos sin buscar atenuantes.

La gratitud es una capacidad que requiere de práctica constante. Contar nuestras bendiciones es mucho más que un meme. Hacer un diario de gratitud al final del día es una práctica que hace sentir mejor a quienes la utilizan. A veces es muy evidente lo que se puede agradecer y en días menos buenos, es más difícil encontrarlo. Practicar la gratitud hará más fácil ver lo positivo aunque parezca insignificante. Lo contrario a la gratitud es la envidia. La experta en esta emoción es Melanie Klein, quien afirma que la raíz del odio es la envidia. La insatisfacción de la que muchos pacientes se quejan tiene que ver en parte con compararse con otras personas a las que les va mejor. Los demás pueden parecer más felices, pero el peso específico de una vida y sus dificultades es imposible de saber. Lo que le duele a cada quien es incuestionable pero no está de más tomar perspectiva, es decir, voltear a ver no sólo a quienes creemos que les va mejor, sino también a los otros que sufren mucho más que nosotros.

Decir gracias con la mayor frecuencia posible es un hábito que hace que las cosas sean más fáciles, que fluyan, como dicen ahora. Las cosas buenas suelen volverse invisibles con el tiempo. Decir gracias es una forma de visibilizarlas. “Gracias por quererme” es una de las cosas más bonitas que se pueden decir. Aunque el amor erótico o de amistad sea genuino, que nos quieran no debería darse por hecho. Que alguien nos entienda, tolere nuestros malos momentos, comprenda que a veces somos insoportables y que a pesar de eso nos quiera, es uno de los milagros que ocurren entre las personas.

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