Responder contra reaccionar

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Desde que Elon Musk se apoderó de Twitter, mi interés por participar en esa red disminuye cada vez más. El tipo ha sido incapaz de poner un alto a las noticias falsas e incluso las comparte desde su cuenta. También ha mostrado desinterés por hacer cumplir las reglas éticas de la red que, como nunca antes, se caracteriza por su violencia gráfica y verbal. No podía esperarse otra cosa de un bully.

Por otra parte, algo que sigue siendo interesante es la reactividad emocional ante eventos terribles como la masacre cometida por Hamas, la reacción de Israel contra la población palestina o la muerte del magistrade Ociel Baena. Podemos ver cómo muchos responden desde una herida personal a eventos globales. Puede ser que de verdad les importe, pero como el exhibicionismo es lo primero que mueve la participación en redes, la autenticidad queda comprometida.

¿Deberíamos, forzosamente, decir algo sobre cada una de las tragedias que inundan las redes?, ¿deberíamos tomar de inmediato una postura aunque en muchos casos se trate de temas complejos, difíciles de entender? La enfermedad de las redes sociales radica en la pulsión irrefrenable de expresar de manera pública lo que pensamos, en reunir todas las evidencias para argumentar nuestra postura y en dejar salir el enojo de formas descontroladas y destructivas. El fenómeno del contagio emocional ha sido bien estudiado. En Psicología de las masas y análisis del yo (1921) Freud dice que para conformar una masa no es imprescindible un líder. Que una idea negativa puede tener el mismo carácter aglutinante. El odio puede tener una función unificadora de la masa. Bion lo describió como grupo de supuesto básico, guiado por deseos o emociones primitivas, irracionales e inconscientes.

Lo que caracteriza a las emociones de esta masa indiferenciada es una posición regresiva, el regreso a emociones muy primarias que obstaculizan la posibilidad de la comprensión real de un fenómeno. Es distinto reaccionar a responder. En Twitter la gente reacciona.

Otro mecanismo clásico de la participación en redes en la escisión. Lo bueno se separa de lo malo, debe elegirse el lado de los buenos y odiar a los malos. La masa decide quién es el malo en turno y ahora hay que atacarlo, odiarlo, cancelarlo. El otro no importa, el contexto no importa, lo que importa es el performance, dada la naturaleza pública de la red. El acoso selectivo que se hace en Twitter de unos grupos contra otros, los de derecha contra los colectivos LGBT por ejemplo, dan muestra de este mecanismo. Difícilmente alguien aceptará sus errores, eso implicaría abandonar la fantasía de omnipotencia que anima a quienes están convencidos de tener la verdad. Estar enojados e indignados públicamente es una posición de seguridad y de poder que hace sentir importante y fuerte a quienes la despliegan. Me pregunto cuánta de esta gente enojada e indignada por fenómenos sociales globales, está defendiendo, en el fondo, las injusticias cometidas contra sí mismo y está compensando un sentimiento de impotencia, mostrándose confrontador en el mundo virtual. No podemos olvidar que la red funciona como cámara de resonancia que confirma nuestros prejuicios. Seguimos y nos siguen personas que piensan como nosotros, lo que nos permite creer que tenemos la razón. La gente comparte enlaces sin haber leído su contenido como parte de la reacción que no es una respuesta pensada.

Existen formas más reflexivas de responder, empezando por abandonar la idea de que los otros son nuestros enemigos o que debe aniquilarse la voz de quienes piensan diferente. La hiperexcitación en las redes, sin nadie que regule las interacciones, muestra con claridad a aquellos que no tienen a otro internalizado que sirva de límite, de filtro sobre cómo interactuar sin destruir. También nos muestra la búsqueda de pertenencia, de identidad y la intención de encontrar un pegamento social al compartir con otros una visión del mundo. Tal vez sentimos que estamos haciendo algo al publicar. Quizá es sólo un mecanismo para sentirse menos culpables al ver lo que está pasando en el mundo y seguir viviendo sin inmutarnos. A veces, los sentimientos que despiertan eventos externos, tienen que ver con heridas personales, con otros lugares en los que hemos dicho las mismas cosas que ahora decimos para defender a grupos vulnerables. Es importante distinguir nuestra sombra personal de las cosas que están pasando en el mundo.

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