¿Separarse?

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

María me manda un correo breve y desesperado. Aunque no la conozco decido responderle. Me cuenta que tiene 35 años y que no sabe si seguir o no en una relación de pareja en la que está desde hace cinco años. No sabe si sigue sintiendo amor, se siente confundida, tiene muchos dolores de cabeza y le han dado ganas de salir con otros hombres pero tiene una gran dependencia con su pareja, a quien describe como una magnífica persona. Ésta es toda la información que me da.

La confusión puede ser una forma de deslegitimar lo que se piensa y se siente. María sabe que ha llegado a un punto de quiebre y quizá aunque lo tiene claro, no se atreve a aceptarlo. Pensar en terminar su relación le da dolor de cabeza, un síntoma que quizá funciona como una forma de autocastigo. Es muy frecuente que a los terapeutas nos pregunten qué hacer con la situación que hace sufrir. Hay una creencia de que no sabemos qué hacer con nuestra vida pero sí sabemos, en algún nivel de la conciencia. Nadie nos puede dar el saber que creemos no tener, aunque abunden los consejos en las redes sobre cuáles son las 10 señales para quedarse o para salir corriendo de una relación.

María tiene ganas de salir con otros hombres. Ahí aparece un deseo, que si sólo se convierte en culpa moral y después en castigo o en miedo a la traición, se quedará sin resolver. ¿Y qué es lo que hay que resolver? Ubicar sobre todo si algo cambió internamente en ella. El deseo, los síntomas, la culpa, la confusión, corresponden todos a algo que le está pasando a ella. La gente suele pensar en separarse cuando algo cambia. Puede ser que se concluyeron los estudios y se iniciará otra etapa. A veces cuando se gana más dinero y con ello independencia. También cambios en el ciclo vital como cuando los hijos se van o empieza la menopausia o la vejez. Muchos suelen pensar en separarse cuando dejan de ser los que eran o los que pensaban que eran. Tener una deuda por el amor recibido genera mucha culpa en quien piensa en irse. Dejar de amar da una culpa terrible, a un grado que es preferible que nos dejen antes de reconocer que se dejó de amar. Así que cuando aparece un deseo, se tapa con la culpa.

María tiene que aceptar que la separación es respecto de sí misma, respecto de algo que cambió en ella. El deseo es el que nos separa de algo, de lo que éramos antes. Quizá aparecieron aspiraciones nuevas, ganas de seguir creciendo por otros caminos, ganas de vivir otras cosas. A veces las mujeres se quedan en pareja porque ganan menos dinero y se vuelven rehenes de su situación económica. El deseo siempre tiene un costo y la culpa es la principal defensa contra ese deseo que se vive como traición.

Psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Éste es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.