Comunicación, comunidad, comunión

Comunicación, comunidad, comunión
Por:
  • guillermoh-columnista

Vivimos en la era de la comunicación. Es maravilloso que podamos hablar con cualquier persona, en cualquier lugar, en cualquier momento. ¡Qué distintas eran las cosas en el siglo anterior! Si alguien no estaba en su casa, no había manera de encontrarlo. Y si vivía en otro país, había que enviar una carta con la esperanza de hallarlo en la dirección anotada.

A la sociedad de la comunicación también se le conoce como la sociedad de la información. Con sólo apretar un botón tenemos acceso a cualquier dato, en cualquier lugar, en cualquier momento. Para quienes nacieron hace 20 años parece algo natural, pero para los mayores no deja de resultarnos asombroso. Para conseguir un libro había que transportarse hasta el sitio donde se encontraba a la venta y pagar un precio alto.

La humanidad ya no es la misma desde que cada persona —o casi cualquiera, las excepciones cada vez son más escasas— lleva consigo un teléfono celular. La diferencia entre los humanos de antes y los de ahora podría describirse como ontológica. Es tan grande como la que se dio cuando aprendimos a hacer herramientas o cuando desarrollamos el lenguaje o cuando dominamos el fuego.

No hay vuelta atrás en la historia. En algunos salones de clase todavía se puede obligar a los niños a que apaguen su teléfono celular, pero sería inconcebible que se pasara una ley que obligara a los adultos a entregar el suyo a las autoridades. La gente ya no sabría cómo usar su tiempo, cómo moverse en el mundo, cómo organizar su vida. Tenemos que hacernos a la idea de que ahora en adelante los seres humanos llevarán a todos lados sus pequeñas máquinas de comunicación masiva. La hiperconectividad es la nueva realidad de la humanidad.

Las nuevas tecnologías han creado nuevas comunidades, las llamadas virtuales. Pero no es evidente que esas nuevas tecnologías hayan fortalecido a las comunidades tradicionales. Estamos mejor comunicados, es cierto, pero no parece ser ése el fundamento de las comunidades tradicionales.

La cercanía física tiene efectos que no pueden ser sustituidos por las redes sociales. Por ejemplo, no es lo mismo compartir ideas y emociones con alguien a través de una pantalla, que hacerlo bajo un mismo techo. Cuando convivimos con fulano, no podemos ignorarlo así nomás, cuando se nos pega la gana. Pero cuando platicamos con sutano, a través del teléfono, lo único que hay que hacer para evadirlo es apretar un botoncito rojo para suspender el vínculo. No es lo mismo convivir con alguien que comunicarse con alguien. La comunidad verdadera es la primera. A la segunda, a la virtual, la llamamos así por analogía.

Hay una extraña soledad en el mundo de la comunicación masiva. Se ha perdido la comunión: cercanía emotiva, profunda, espiritual. Podría parecer paradójico, pero demasiada comunicación distrae; es más, aísla.