Desigualdad ante el Covid-19

Desigualdad ante el Covid-19
Por:
  • eduardon-columnista

La contingencia sanitaria provocada por el Covid-19 ha puesto a prueba a la población mundial. Pero si bien los efectos de la pandemia se resienten por todos, la manera en que ésta afecta a los diversos sectores de la población es muy diferente, por motivos que no siempre saltan a la vista de manera inmediata, pero que van de la mano, inexorablemente, con el nivel de desarrollo económico de las naciones afectadas y con el grado de desigualdad imperante en las respectivas sociedades, entre otros factores.

En el caso de nuestro país, específicamente, son varios los elementos que han tenido impacto en el ingreso de las familias; todos ellos provocados por la emergencia sanitaria. De forma externa, el desplome de los precios internacionales del petróleo y la depreciación de nuestra moneda a mínimos históricos tienen ya efectos macroeconómicos negativos, que se resentirán durante lo que resta del año, con una veintena de instituciones financieras que pronostican la contracción de nuestra economía hasta bien entrado 2021.

Pero a un nivel mucho más básico, el de la vida cotidiana de millones de mexicanos, la situación es dramática, con la disminución de ingresos, derivada de la desaceleración de la actividad económica; o en el peor de los casos, por la pérdida del empleo ante el cierre de negocios y locales de diversa índole para atender la contingencia, lo que le ha generado a miles de patrones la imposibilidad de cubrir sueldos de manera habitual o mantener a su personal.

Lo que resulta alarmante es que no hay indicios de que la situación vaya a cambiar, al menos hasta pasado el mes de mayo. Esto sería así, si se considera la evolución de la epidemia en nuestro país y la estrategia impulsada por el Gobierno mexicano de extender durante el mayor tiempo posible las medidas de distanciamiento social, con la intención de mantener el número de contagios dentro del límite de la capacidad del Sistema de Salud; aunque ello implique retardar durante varios meses más la reactivación de la actividad económica.

Bajo estas condiciones, la población más vulnerable —como sucede en toda crisis— es la de menores ingresos, pues suele ir de la mano con mayor inestabilidad laboral y menor acceso al Sistema de Salud —además de la imposibilidad de trabajar a distancia, por la naturaleza propia de sus fuentes de empleo—. Esta situación desata un círculo vicioso, en el que las limitaciones económicas que implica un trabajo mal remunerado —además, en el mayor de los casos, sin acceso a la seguridad social— les impiden disponer de ahorros para hacer frente a imprevistos, como lo es quedarse sin una fuente de ingresos o cubrir servicios médicos privados.

En estas condiciones toca hacerle frente a la crisis en nuestro país con un Sistema de Salud rebasado desde hace décadas y con más de la mitad de la población activa económicamente empleada de manera informal. Para los que pueden hacerlo, no hay más que acatar la instrucción de quedarse en casa, pues una amplia mayoría no goza de la misma condición.