La región más transparente

La región más transparente
Por:
  • guillermoh-columnista

Leí hace poco una carta severa de Alfonso Reyes a Carlos Fuentes (incluida en la estupenda antología Cartas mexicanas 1905-1959 de Adolfo Castañón). Reyes le reclama al joven autor que si él hubiera sabido de qué iba a tratar “La región más transparente”, no le hubiera concedido permiso de usar la frase que funciona como título del libro. A Reyes, la novela de Fuentes le parecía una descripción indecorosa del turbio paisaje social mexicano de aquellos años.

Llamar a la Ciudad de México de 1958 “la región más transparente del aire”, afirmaba, sonaba a sarcasmo.

Resulta evidente que para Reyes, la frase “la región más transparente” no sólo tenía un significado atmosférico, sino uno moral. La pureza del aire tenía algo que ver con cierta pureza en los sentimientos de los mexicanos. La analogía puede resultar ingenua, pero a mí me parece que puede servirnos de soplo para limpiar nuestra atmósfera física y ética.

Desde que la novela de Fuentes se publicó en 1958, el sarcasmo percibido por Reyes ha crecido hasta convertirse en una insolente majadería. El infeliz Valle de México no sólo está sumergido en una densa capa de humo, sino que su decadencia moral la ha envuelto en espesas tinieblas humanas.

La semana anterior soplaron vientos poderosos que derribaron árboles y anuncios espectaculares. El aire de la CDMX se limpió de su basura flotante. Manejando por la Ciudad Universitaria, advertí que el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl se alcanzaban a ver con toda claridad. Detuve el auto para admirar el majestuoso paisaje. Recordé esa otra descripción de Reyes de nuestro valle mexicano como “un alto valle metafísico”.

La vista que antes disfrutábamos todos los días ahora se ha tornado una rareza: un regalo inesperado de los vientos invernales. ¿Por qué aceptarlo como si fuera algo definitivo? ¿Podríamos cambiar las cosas para que volvieran a ser como antes? ¿Acaso es imposible limpiar el aire del valle para regresar a lo que antes fue la normalidad? ¿Es inconcebible que ésta vuelva a ser la región más transparente?

De la misma manera en la que no deberíamos resignarnos con vivir debajo de una manta de gases tóxicos, tampoco tendríamos que conformarnos con seguir hundidos en el fango moral. Repito las preguntas que hice antes. ¿Por qué aceptarlo como si fuera algo definitivo? ¿Podríamos cambiar las cosas para que volvieran a ser como antes?

Mi respuesta es que no debemos caer en el fatalismo. No debemos rendirnos a la inacción. Para ello, no debemos perder de vista los ideales morales, que en el campo de la existencia humana funcionan como esos hermosos picos nevados que adornan el horizonte del valle de Anáhuac. La blancura de su hielo nos puede parecer lejana, pero saber que existen debe ser la inspiración que nos mueva a cambiar nuestras vidas para bien.