Foto Cuartoscuro
Debajo de esa manta negra enredada en su rostro que caía en pliegues hasta sus hombros, se asomaban los ojos claros y rabiosos de un vándalo de unos 25 años que después blandía en el aire un tubo oxidado y largo contra fotógrafos y camarógrafos, cuyas lentes enfocaban hacía un grupo que lanzaba piedras contra una sucursal Bancomer de avenida Juárez. “¡Órale pu… váyanse a la mi…!”, amenazó el encapuchado, para luego volver a tirar batazos que rozaban las cabezas de los comunicadores.
El sujeto de piel blanca calentó los ánimos de sus compañeros, unos 50 vándalos que iban en la retaguardia de la manifestación en recuerdo de los 43 años de aquella marcha estudiantil de 1971 que fue violentamente reprimida por un grupo por un grupo denominado “Los Halcones”.
Ahora, sin embargo, había tres fotógrafos tirados en el suelo después de que ese sujeto encapuchado tomara la cara de uno de ellos como piñata. Y sus amigos siguieron su ejemplo.
El gremio de fotógrafos estaba molesto porque durante más de un kilómetro, desde que este grupo minoritario llegó a Puente de Alvarado, cerca del Metro Revolución, donde también lanzó piedras y bombas molotov contra la sede local del PRI, lo traían ciscado.
Antes de ser herido, uno de los gráficos fintó a su oponente y de atrás salió el primer tubazo que le centró el ojo. Algunos del gremio tiraron golpes. Y fue cuando se desplomaron otros dos colegas. En el piso fueron pateados.
Entre los vándalos había chicas, algunas eran rubias también y delgadas que usaban trapos como burkas. Llevaban en sus maletas pinturas de espray con los que rayaban puestos y paredes o dejaban su sello de la anarquía. Una casa de empeño, un banco, un Oxxo, una farmacia, un hotel y la Torre del Caballito habrían amanecido hoy con esa característica: “Las leyes limitan la libertad”.
En la marcha que inició a las 16:00 horas en la estación Normal, que siguió por la avenida Puente de Alvarado también iban los de la CNTE, SME, los de Atenco y otras organizaciones que gritaban consignas contra el gobierno.
En la marcha de este año se sumó un grupo nuevo: los vecinos del pueblo de San Bartolo, de Álvaro Obregón, donde un conflicto por agua reciente dejó más de 100 heridos y cinco detenidos. Todos esos grupos se dedicaron a demandar libertad para sus presos, reclamar sobre reformas políticas o económicas que consideran privativas y hasta seguridad.
Ninguno hizo caso a los destrozos o enfrentamiento de los violentos que conforme se acercaron al Zócalo empezaron a correr para después meterse entre las calles y quitarse los trapos de la cara y cambiar de vestimenta. Un grupo menos nutrido de esos muchachos llegó al Zócalo y quemó una replica de la Copa Mundial de futbol hecho de cartón.
Una mujer como de 50 años, con tatuajes de estrellas en el cuello y rapada de los lados de la cabeza, intentaba calmar a sus 30 o 40 compañeros que seguían con intención de atacar a los fotógrafos por mantenerse expectantes a sus movimientos. Ahí estaba el mismo agresor que durante la marcha blandió el tubo oxidado. “La revolución no se hizo con flores, pu…”, dijo antes de que emprendieran una carrera para desaparecer.
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