Alrededor de 200 personas transexuales se reunieron en el Monumento a la Revolución para marchar hacia el Zócalo de la Ciudad de México y exigir a las autoridades locales que se reconozcan sus derechos humanos, principalmente en materia laboral.
Mientras empezaba la marcha, la comunidad cantaba, se maquillaba y se preparaba para avanzar por calles de la capital. Griselle, quien hacia un letrero con la leyenda, “protejan a las juventudes trans”, comentó a La Razón que urge que en la Ciudad de México se supervisen diferentes espacios para corroborar el trato digno a la comunidad LGBTQ+.
Explicó que lo más complicado de ser una persona transexual es la discriminación y violencia de la que son víctimas en distintos espacios, desde su casa, hasta su trabajo. Griselle dijo a este diario que tuvo que renunciar a la empresa de plásticos donde trabajaba y hacer su propio emprendimiento.
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“La sociedad todavía está tan cerrada de la mente que debería haber autoridades o personal de trabajo social, o algún área que supervise los tratos dignos de todos, principalmente a nosotras porque todavía somos mal vulnerables que cualquier trabajador. Llegó un punto en que las humillaciones eran tantas por parte de mi jefe, la carga excesiva de trabajo, los pagos incompletos, que quise renunciar y ser mi propia jefa vendiendo lencería, quizá no es lo mismo, pero tengo paz mental y tiempo para ser activista”, contó a La Razón.
“Transfobia se tiene que morir”: comunidad trans marcha en CDMX
Los contingentes avanzaron hacia Paseo de la Reforma hasta llegar al Zócalo, donde algunas compartieron sus historias e inconformidades. También acudieron las diputadas locales Xóchitl Bravo, de Morena, y Diana Sánchez Barrios, de la Asociación Parlamentaria Mujeres por el Comercio Feminista e Incluyente.
Mientras caminaban y bailaban con batucada, cantaban y gritaban “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, la transfobia se tiene que morir”, ”respeto a las infancias trans”.
Sharon es trabajadora sexual y reclamó que no cuenta con seguro médico. Cuando acudió a hospitales públicos no fue atendida, como el resto de pacientes; además, mencionó que ha intentado buscar otro tipo de empleo, pero consideró que le han cerrado las puertas.
“Las que nos dedicamos a la vida sexual somos mal pagadas, al menos yo, además del dinero, una se queda con sus pensamientos, tampoco nadie visualiza que a veces somos golpeadas por los mismos clientes y cuando algún caso se hace público dicen que es lo que nos merecemos. Todo el mundo dice y piensa que estamos aquí en este trabajo porque nos gusta, y hay a quienes sí, pero mi realidad y sé que la de muchas es no tener sexo con un viejo gordo que te trata como trapo, pero no hay opción, en los trabajos ‘formales’ nos ven como si fuéramos extraterrestres”, reclamó.
cehr
