Pensamiento y pintura de un México estoico

Pensamiento y pintura de un México estoico
Por:
  • larazon

Ernesto Lozano

Rodríguez Lozano fue un pintor que se desencantó por el panorama que vivían las artes plásticas en México, que denunció la farsa revolucionaria, la corrupción en el arte, el mercantilismo, la falta de valores artísticos de otros artistas, que no reconocían en lo mexicano y los mexicanos, que poseen lo necesario para ser buenos. Denuncia los istmos europeos, abogando por un arte real y auténticamente nacional.

Ésta es la continuación de la conversación con Arturo López Rodríguez, curador de la muestra Manuel Rodríguez Lozano, Pensamiento y pintura.

1922-1958, que se está presentando en el Museo Nacional de Arte, de la ciudad de México, donde el pintor, de acuerdo a su ideología, representó siempre a México como un país luminoso, estoico, insuperable, que todo lo resiste; un país mágico y prodigioso hasta la crueldad; dicho en sus propias palabras y obra. En la muestra se incluyen siete dibujos inéditos y dos fotografías.

¿Qué se incluye en el núcleo Nº I de la curaduría La mirada colosal? Reúne pinturas de la llamada época colosal o monumental que el artista realiza en la década de 1930. Se realizó un escudriñamiento de lo escrito y exhibido del artista hasta el momento: la exposición más reciente fue en 1997 en el Museo de Arte Moderno; la última gran retrospectiva fue en 1971, hace 40 años. Nos apoyamos para entretejer el discurso curatorial en Berta Taracena, quien fuera una de las críticas y biógrafas más completas de Manuel, también en las investigaciones de Raquel Tibol y Teresa del Conde.

Éste es un núcleo temático que nos revela la asimilación de la Vanguardia Europea de Rodríguez Lozano, por lo que es la pintura neoclásica de Pablo Picasso, pero también por las atmósferas oníricas de Giorgio de Chirico. Aquí en su obra encontramos la exaltación de la figura, la exaltación de lo físico, con elementos de androginia, de indefinición o de dualidad sexual, que es característico en la pintura de esta etapa.

¿Qué encontramos en el núcleo Nº 2: Un fovismo mexicanista? Al regreso de Rodríguez Lozano en 1921, lo que pretende, con esa idea de mexicanizar el arte, es convertir en un lenguaje personalizado lo que había asimilado en Europa. El término “fovismo mexicanista” es empleado por la crítica de arte Karen Cordero, para seleccionar ciertos artistas, que a su regreso a México, e influidos por la vanguardia parisina, realizan ciertas composiciones o construcciones espaciales de deliberada ingenuidad; son realmente naif, hacen una exaltación del color y asumen ciertos recursos plásticos del fovismo, como esa exaltación del color. El núcleo está dividido en dos partes.

Todas las pinturas son de la década de 1920, entre los aportes de la exposición menciono la subdivisión del vínculo de Rodríguez Lozano con el grupo de Los Contemporáneos, la generación poética, la literaria. Él perteneció a ésta realizando aportes en la elaboración de escenografías, como ilustrador, crítico y promotor de teatro y la revista Ulises, y de las otras ediciones que publicó este grupo, que representó una de las principales tendencias modernistas en México. Rodríguez Lozano, como Agustín Lazo y Roberto Montenegro, fueron considerados pintores contemporáneos, pertenecieron a esta generación, siendo este otro de los aportes que se hacen al discurso curatorial y a la propia trayectoria de Manuel, pues generalmente se le mencionaba como pintor contemporáneo, pero en la muestra logramos reunir la serie de retratos que le hace a Jaime Torres Bodet, a Salvador Novo, a Daniel Cosío Villegas, a Malú Cabrera, quien es la cofundadora junto a Antonieta Rivas Mercado, del Teatro Ulises y a la propia Antonieta, su mecenas, su amiga, su eterna enamorada, de quien pinta dos retratos —uno que está perdido—en la década de los veinte, al igual que otro de Julio Castellanos, pero si se conserva y exhibe el retrato póstumo que le hizo a pluma en 1934, luego de su suicidio en Nostradamus. Rivas Mercado es quien se convierte en la mecenas del grupo en cuanto a los proyectos culturales; después del distanciamiento entre Salvador Novo y Xavier Villaurrutia se da por la manipulación de Manuel hacia Antonieta, por eso destaco que no era propiamente un grupo, no había unidad entre ellos, se le ha llamado archipiélago de soledades, grupo fantasma, también destaco que entre ellos había un sano distanciamiento, eran individualidades artísticas.

En esta sección se muestra el retrato que le hace Abraham Ángel, el discípulo más cercano. Rodríguez Lozano reconoció, apreció y valoró este retrato de 1922, hablando muy acertadamente de él en su libro Pensamiento y pintura, por la calidad, la justeza, la asimilación de los colores y las formas. Aquí podemos ver, más allá de la relación interpersonal que tuvieron, el vínculo, la correspondencia estética entre el alumno y el discípulo. El artista Abraham Ángel, el niño pintor, como lo llamó Alfonso Reyes, tan joven y ardiente que tuvo que desaparecer como Rambot, según palabras del propio Alfonso, de él se conocen no más de 20 pinturas. Pediría hacer una revaloración de las menciones de que el alumno superó al maestro, es muy arriesgado plantearlo de esta forma. Abraham Ángel no fue una promesa, sino un artista pleno que logró consolidarse, pese a su fallecimiento a los 19 años de edad, llegando a ser un artista cumbre en la plástica mexicana del siglo XX, que gozó de una importante y afortunada crítica, como no la hay de otros alumnos y otros pintores cercanos a Rodríguez Lozano, como Nefero o el propio Tebo, del que se desconocen sus datos biográficos.

¿Qué conforma el Núcleo Nº 3: Un país luminoso? El título lo tomamos de su libro Pensamiento y pintura, donde encontramos un exaltamiento de lo que Manuel encuentra en las costumbres mexicanas, en las escenas de pueblos, lo que le interesa decir de manera reiterada, en su ideología artística, y sobre todo en su pintura de los años 20 y 30, el ahondar en la estética popular, en la identidad nacional, los arquetipos mexicanos como los llamó Berta Taracena, el tratar de representar de manera metafórica, estos sufrimientos, estas escenas de pueblo que él ve. La belleza de la pintura de Rodríguez Lozano está en los escenarios de pueblos. En sus propias palabras decía que “todo artista que se precie de serlo, debe cantar, debe injuriar y debe llorar poéticamente con su pueblo”.

¿Qué se muestra en el Núcleo 4º: El silencio y la tragedia? Este espacio se armó por sí solo, incluye el fresco La piedad en el desierto, mural realizado en la Penitenciaría de Lecumberri en 1942, y la versión en caballete al óleo, que hizo de esta misma obra, tres años después, en el que se supone que hay mano y color de alguno de sus discípulos. A decir de Manuel, en su texto “La cárcel forja a los hombres”; la mejor escuela que hubiera podido tener, fue los cinco meses que pasó en esa penitenciaria. Al salir Rodríguez Lozano del encierro, sale renovado, cambia su espíritu y su pincelada, según Berta Taracena, comienza su “época blanca”, en la que resaltan los colores blancos sobre fondos oscuros, para Berta, Manuel es un artista arcangélico, que se liga más hacia la espiritualidad, hacia el drama interior, que él ve tanto interna, como externamente. Aquí se muestra un conjunto de pinturas de escenas trágicas: generalmente mujeres enrebozadas, con rostros de gélida plasticidad en escenarios desolados, nostálgicos. En este núcleo se inscribe El holocausto, mural pintado en 1944 para la casa de Francisco Sergio Iturbe, ubicado en la calle de Isabel La Católica número 30 en el Centro de la ciudad de México.

¿Por qué si Rodríguez Lozano fue invitado por Vasconcelos a pintar murales, termina deslindándose de los muralistas? Fue Justino Fernández quien empieza a desligar o a marcar la diferencia de Rodríguez Lozano con los muralistas, un antagonismo que se hace patente por parte de Manuel, si bien fue invitado por Vasconcelos a integrarse al grupo de los muralistas, éste lo rechaza, porque para él se debía tener una técnica lograda e implicaba hacer muchos ensayos previos en papel, pero principalmente por su premisa de que “la política en arte es no hacer política”, lo que lo diferenciaba de los muralistas que sí ejercían un arte de mensajes. A Lozano si le interesaba ahondar en la estética popular, en el alma mexicana, por eso en su texto Pensamiento y pintura, denuncia a Orozco por el jicarismo, el folclorismo, por lo que empieza a llamar la farsa revolucionaria; él mantenía que la Revolución no había dejado nada a este pueblo tan sufrido, a un pueblo que siempre consideró maravilloso, prodigioso y luminoso. Lo que sí acepta Rodríguez Lozano es integrarse hacia 1923 como jefe del departamento de dibujo, reformando el método de dibujo que estaba establecido, cambiando la mira hacia el estudio de los ex votos y los retablos.

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