Soy Borola Tacuche, pero a veces me dicen “La güereja”, soy devota de San Crispín y del “descuajiringue”; aficionada al tequila y a los cigarros, fundé un club de cavernícolas para no ocuparme de la moda, una guardería para que las mujeres puedan “inflar” tanto como sus maridos, un negocio de zapatos de metal y un servicio de taxis flotantes. Es por ayudar a mi chaparrín don Reginito Burrón —quien gana poco en El Riso de Oro—, a sacar adelante a mis “tlaconetes” Macuca y Regino. Vivo en el Callejón del cuajo número chorrocientos y mis únicos sueños son ser rica y convertirme en una famosa cabaretera y bailar el “Cuchichi”. Soy una mujer atractiva y me gusta deleitar al "sexo horroroso" aunque a Macuquita y Reginito les da mucha vergüenza. Pero
¿a qué venimos a esta “furris vidorria” sino es a divertirnos?
Por Lizeth Gómez
lizeth.gomez.razon@gmail.com.mx
Nonagenario, incansable pinta-monos, creador de la célebre historieta mexicana La familia Burrón, Gabriel Vargas Bernal nunca imaginó que sus odiseas y trazos se trasladaran de las páginas del cómic para formar parte de análisis semánticos, estudios sociológicos y grandes compendios de la caricatura mexicana.
En su libro El arte de la fuga el escritor mexicano Sergio Pitol –Premio Cervantes 2005— reveló que una de sus principales influencias fue la familia creada por el caricaturista: “mi deuda con Gabriel Vargas es inmensa. Mi sentido de la parodia, los juegos con el absurdo me vienen de él y no de Gogol o Gombrowicz como me encantaría presumir”.
Su retrato de la vida cotidiana, la creación de un nuevo lenguaje, como lo menciona en entrevista el historiador Agustín Sánchez, demostraron que “a pesar de no tener estudios universitarios o profesionales, Vargas fue capaz de recrear un mundo diferente”.
Frases como “Amigos de lo ajeno”, “Mover el bigote” y “Mis tlaconetes” pasaron a la historia gracias a la creatividad de un ser entregado al dibujo: “Él estaba obsesionado por dibujar y por leer, algo que es muy importante resaltar, era un lector compulsivo, por eso pudo lograr esas frases tan célebres”, platica Agustín, quien en los últimos años ha dedicado gran parte de su trabajo a compilar y
desentrañar la vida de la vecindad del Callejón del Cuajo y del propio Gabriel Vargas.
Así, la historieta de Vargas reproducía el lenguaje de la ciudad de México y su constante cambio social a mediados del siglo pasado hasta los primeros nueve años del XXI.
A pesar de contar con más de 70 personajes, Borola se convirtió rápidamente en el centro de atención de la tira cómica por las irreverencias de sus acciones que “reflejaban la pobreza urbana en eterna rebeldía”, menciona Sánchez.
“Su historia es muy parecida a la de su gran personaje: Borola, porque él también provenía de una familia rica venida a menos. Su papá era un hombre con mucho dinero que murió en una mala operación quirúrgica. La mamá se viene a México con todos los hijos y este hombre, que había sido muy rico, empieza una infancia llena de carencias”, comenta el historiador.
Los burrón, personajes del pasado vigentes en la actualidad forman parte de la cultura popular de México.

