La carta suicida de Marilyn Monroe a su mentor Lee Strasberg, la de John Lennon a Paul McCartney poco antes de la desintegración de The Beatles y las del ex presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower a su esposa durante la Segunda Guerra Mundial, son parte de una subasta, de 250 documentos, que se efectuará el 30 de mayo a través de Internet.
Estas misivas se suman a las 300 que se vendieron en diciembre de 2012 y que forman parte de la propiedad de un distinguido coleccionista privado americano, cuya identidad es desconocida y que está conformada por tres mil epístolas que en conjunto tienen un valor de ocho millones de dólares y que se irán sacando a la venta durante dos años a través del sitio Profiles in History.
Es una colección que integra nombres como Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, Napoleón, el rey Enrique II de Inglaterra, Mahatma Gandhi, Karl Marx, Joseph Conrad, Emily Dickinson, Ernest Hemingway, Charles Di-ckens, David Hume, Paul Gauguin, Claude Monet, David Livingston, Mata-Hari, Albert Einstein, Sigmund Freud, Ludvig Van Beethoven, Wagner, Joe DiMaggio, Babe Ruth, Rodolfo Valentino o Marilyn Monroe, y que conforman la larga lista de figuras históricas que representan para el coleccionismo letras millonarias.
“¿Realmente crees que la mayor parte del arte de hoy sucedió debido a los Beatles? No creo que estés tan loco —Paul— ¿eso crees? ¡Cuando dejes de creerlo podrías despertar!”, se lee en la carta que John Lennon dirigió a Paul y Linda McCartney poco antes de la desintegración del grupo de Liverpool. “El dolor nos recuerda que no estamos hechos de madera. Eso es lo bueno de la vida, al menos para mí, y es lo que hace que vuelva al trabajo con menos miedo al dolor, lo que incrementa mi serenidad”, escribió Vincent van Gogh a los propietarios del café de la Gare, que fue motivo recurrente de muchos cuadros del pintor holandés.
Esos fragmentos de historia forman parte de los archivos de sus dueños hasta que mueren, o se resguardan en sus muebles u objetos hasta que algún curioso descubre por casualidad su existencia. Así, llegan a las casas de subasta o a los anaqueles de museos famosos en calidad de documentos desconocidos.
Un manuscrito de Paul McCartney del 12 de agosto de 1960, en el que se ofrece una audición a un baterista para formar parte del grupo, fue encontrado doblado, en el interior de un libro que fue adquirido en una venta de objetos de segunda mano en un garaje en Liverpool. Ese documento se subastó en 53 mil dólares.
En marzo pasado la casa Bloomsbury of London dio a conocer que tenía en su poder una carta de trece páginas escritas en 1890 por Oscar Wilde. El documento se halló detrás de un ropero, dentro de una caja que, además de la misiva, guardaba el que fue identificado como el primer borrador de The New Remorse (Nuevo remordimiento o Nueva contrición), uno de sus poemas más famosos. Bloomsbury le puso un precio inicial de 18 mil dólares.
Materiales de este tipo incrementan su valor cada vez que son vendidos o revendidos; por ejemplo, la carta de Albert Einstein en la que habla sobre Dios, escrita el 3 de enero de 1954, fue vendida en 2008 en 405 mil dólares, y para 2012 llegó a otra puja que le dio un precio inicial de tres millones de dólares.
“La palabra Dios no es para mí nada más que la expresión y el producto de la debilidad humana, la Biblia una colección de honorables [...] leyendas primitivas que, sin embargo, son bastante infantiles. Ninguna interpretación, no importa lo sutil que sea, puede (para mí) cambiarlo”, escribió en esa carta Einstein, que recibió el Premio Nobel de Física en 1921.
Se trata de cartas millonarias que están al alcance de los grandes coleccionistas y de museos que quieren tener un pedazo de historia entre sus riquezas.
Convierten en 5.3 mdd la
carta de un padre a su hijo
Fue subastada en Christie’s y quintuplicó el precio estimado; explica el hallazgo de la doble hélice del ADN antes de su publicación en Nature
La carta de un padre a su hijo tiene siempre un valor emocional, pero cuando se trata de una misiva en la que un futuro Premio Nobel explica en qué consiste su descubrimiento a su hijo de 12 años, tiene tras de sí un tesoro de cinco millones de dólares.
Eso se determinó el 10 de abril pasado, cuando Christie’s vendió la carta del premio Nobel de Medicina de 1962 en un precio récord: 5.3 millones de dólares (unos 68 millones de pesos). En ese documento, Francis Crick, uno de los tres científicos que descubrió que el ADN estaba compuesto de dos hélices, relataba a su hijo Michael, en una carta fechada el 19 de marzo de 1953, lo que su descubrimiento implicaba.
El destinatario del escrito estaba recluido en un internado, “entonces apenas tenía 12 años pero sabía lo suficiente de biología como para comprender que aquello era algo muy importante... La carta la recibí un día en que estaba con fiebre por la gripe”, recuerda el hijo de Francis Crick.
Michael se encontraba lejos de casa y leyó la carta en un cuarto aislado: “en el internado me habían puesto solo en una habitación para evitar el contagio y me alegró mucho recibir noticias de mi padre. Al final del trimestre fui a verlo a su laboratorio de Cambridge y me enseñó la doble hélice con orgullo. Recuerdo que me pareció algo muy hermoso”.
La correspondencia de su padre incluía una despedida paternal: “Lee con atención esto para entenderlo y cuando vuelvas a casa te enseñaré el modelo que hemos hecho. Con mucho amor, papá”. El chico dobló las siete hojas que relataban los detalles de lo que se conoció como el descubrimiento del siglo, acomodó su almohada y durmió.
Al día siguiente releyó las líneas: “...en otras palabras, pensamos haber encontrado el mecanismo de copia de base por el que la vida se convierte en vida”. Guardó el texto en el sobre y lo escondió en el buró que acompañaba su cama.
Esa carta lo inspiró para estudiar lo mismo que su padre, biología, en la Universidad de Harvard, y durante ese periodo mostró su gran tesoro sólo a sus amigos más cercanos. Aunque se graduó con un futuro prometedor en el campo de la biología, Michael decidió estudiar otra carrera, que lo llevó a diseñar el origen de lo que hoy se conoce como Internet. Pese a ese desvío de la biología, la carta permaneció como su mayor tesoro.
A la muerte de su padre, en 2004, Michael encontró también la medalla concedida por su descubrimiento, y ahora, tras 60 años del premio Nobel de medicina a su padre, decidió subastarla.
Michael, que ahora tiene 72 años y vive con su esposa en un suburbio de Seattle, vendió el manuscrito para destinar la mitad de las ganancias al Instituto Salk de Estudios Biológicos, en California. “Queríamos que el dinero estuviera dedicado a aquello que más fascinaba a mi padre”, agrega.
La carta fue un éxito entre los postores. Quintuplicó su valor, de un millón de dólares a 5.3 millones, cifra que representa más su valor histórico —está fechada un mes antes de su publicación en Nature— que sentimental.
Una misiva erótica
Otras cartas por su contenido provocan la curiosidad de los postores. En 2004 se dio a conocer la correspondencia que el autor de Ulises, James Joyce, sostenía con su esposa Nora Barnacle. El contenido pasaba de lo romántico a lo erótico. “¡Eres mía, querida, eres mía! Te amo. Todo lo que escribí arriba es sólo un momento o dos de brutal locura! La última gota de semen ha sido inyectada con dificultad en tu sexo antes que todo termine y mi verdadero amor hacia ti, el amor de mis versos, el amor de mis ojos, por tus extrañamente tentadores ojos, llega soplando sobre mi alma como un viento de aromas”, se lee en un extracto de la carta.
El interés que se originó por las líneas del escritor irlandés, descubiertas en el interior de un libro vendido en una oferta de garage, llevó a los postores a cuadruplicar el precio estimado por Sotheby’s, la casa de subastas, pues lo máximo que se esperaba por el texto, escrito en 1909, eran 100 mil dólares. El comprador, que pidió mantenerse anónimo, se lo llevó por 446 mil 200 dólares.
