Foto Especial
Incierto, misterioso y polémico desde su primer respiro; tal vez fue un 23 o 24 de abril cuando nació, actualmente la discusión continúa y despierta teorías no comprobadas, pero dentro de la discrepancia, existe una realidad: hace cuatro siglos y medio el mundo conoció a quien sería el más grande escritor de lengua inglesa: William Shakespeare, quien 450 años después continúa vigente por sus historias y personajes, y aún es considerado el principal canon de la dramaturgia.
El 26 de abril de 1564 fue bautizado el actor, poeta, dramaturgo e “inventor de lo humano” —como insinuaba el escritor argentino Jorge Luis Borges— en el pequeño poblado de Stratford-upon-Avon, por lo que su nacimiento se sitúa en días anteriores, tal vez dos o tres.
El tercer hijo de ocho de la pareja establecida por John Shakespeare, comerciante destacado de la región, y Mary Arden; tuvo pocos estudios, los básicos de la época. Pero su ingenio inventó los escenarios más abstractos y duros para la conciencia humana, algunos disfrazados en forma de comedia y otros servidos como las mejores tragedias.
Un matrimonio y tres hijos formaron su vida familiar; Anne Hathaway, su esposa ocho años mayor que él y quien “salvó su vida” cuando él apenas pasaba los 18; Susanna, su primogénita, y sus dos gemelos: Judith y Hamnet, quien la muerte lo reclamó joven, a los 11 años, pero que quedó en la posteridad como inspiración del príncipe trágico Hamlet.
Sus primeros pasos en los escenarios los dio como actor en la compañía de Lord Chamberlain en 1592. Desde el 3 de marzo de ese mismo año, cuando presentó Enrique VI, su primera obra, el Bardo vivió en el esplendor del teatro isabelino, convirtiéndose en su estandarte, no obstante, su fama llegó con Jacobo VI, quien lo hizo “un hombre del rey” en 1603.
Para la catedrática de letras inglesas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Eva Cruz Yáñez, desde la primera representación en la que participó El Bardo de Avon, hasta cada una de las adaptaciones que han tenido sus historias, la clave de su vigencia, permanece en la constante búsqueda del interior humano a través de sus personajes.
“Uno de los mayores méritos no es haber inventado historias originales, porque muchas de ellas vienen de fuentes históricas, leyendas o mitos clásicos, sino el haber podido armar una trama con personajes sumamente complejos. No son planos o tipo; tampoco son alegorías de virtudes o vicios, sus personajes son de carne y hueso; son muy complejos porque no están hechos de una sola pieza”, comenta la especialista.
Enojo, ira, euforia, ilusión, realidad o fantasía... sentimientos que quedaron en sus 37 obras, 154 sonetos y cuatro textos líricos, como comenta Cruz Yáñez: “se revela como un observador muy agudo de la condición humana, de movimientos, de emociones cambiantes, de seres ante situaciones.”
En sus 51 años, quizá 52, imaginó y creó universos en los que reyes, príncipes o simple pastores luchaban contra la vaciedad humana. Sus caras y facetas lo definieron, cada personaje tenía un poco de él, como afirmaba Borges: “nadie fue tantos hombres como aquel hombre”.
Irónicamente, quién buscó lo humano para encontrarse ante su yo real, ha despertado un sinfín de leyendas, rumores e hipótesis turbulentas sobre su vida. Del plagio, a la explotación de campesinos, caminando por el cuestionamiento sobre su sexualidad; sin embargo, todo queda de lado pues, como indica la catedrática, “su capacidad literaria define el carácter humano, emociones, tanto positivas como negativas, lo que lo hace muy grande, además de su capacidad retratista, plasmando situaciones de su tiempo”.
