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“Masa”, del poeta, traductor, dramaturgo, narrador y ensayista peruano César Vallejo (16 de marzo de 1892, Santiago de Chuco — 15 de abril de 1938, París, Francia), es el texto No. XII del libro póstumo España aparta de mí este cáliz (1939): los versículos más lúcidos, urgentes y humanos que se hayan escrito sobre la Guerra Civil Española.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México —bajo elaboración del Taller de Comunicación Grafica— reparte gratuitamente en el Metro la sugerente edición de Masa, ilustrado por el escultor y pintor Antonio Santos (Huesca, España, 1955): suerte de cuaderno-acordeón gráfico con las estrofas de César Vallejo, y 15 planos iconográficos del artista plástico ibérico.
La Razón entrevistó a María Pedraza — miembro del Proyecto Entre Líneas-Metro de Lectura de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México—, y esto fue lo que dijo: “En el marco del Proyecto Entre Líneas —patrocinado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México— el 13 de marzo pasado se inició el programa Un Metro de Lectura, a través del cual se repartirán gratuitamente un millón de ejemplares (doscientos mil de cada uno de los títulos) de la Colección Había Otra Vez en 25 estaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro. El objetivo de este plan es fomentar el gusto y el hábito de la lectura entre los ciudadanos con el uso de las nuevas tecnologías”.
Masa es la segunda obra que se comparte y se está distribuyendo en estaciones de correspondencias (Ermita, Hidalgo, Bellas Artes, Observatorio, Chabacano, Pino Suarez, Zapata, Mixcoac...), las cuales tienen mucha afluencia de viajeros. “Ya se entregó El ciempiés y la araña, de Juan Gelman, con ilustraciones de Eleonora Arroyo. Forman parte del repertorio los siguientes títulos: Nocturno, de Rafael Alberti, ilustraciones de Isidro Ferrer; El espejo de los ecos, de José Emilio Pacheco; ilustración de Jesús Cisneros; y Sábado, de Alfonsina Storni, ilustrado por Elena Odriozola”, precisó Pedraza.
“Masa”, breve poema que concibe la metáfora del “final de una batalla”, y la muerte de un combatiente, quien frente a tanta muestra de solidaridad humana se levanta, abraza al primer hombre y echa andar. Las figuras de Santos encomian esos momentos cruciales, desde trazos que fusionan el guiñol colorido con gestos pictóricos de arrobo picassiano y señas de Joan Miró en inspiradora oferta de indumentarias icónicas sustentadas en el arte popular.
La Razón visitó varias estaciones, el fin de semana que acaba de concluir, y fue testigo del regocijo de los pasajeros al recibir el cuaderno con los versos del autor de Trilce y los trazos del artista plástico de Huesca. Un niño que iba con sus padres, tomó el folleto, lo desenrolló y lo empinó como un papalote en los pasillos de la estación. “Me parece muy interesante esto de que nos regalen arte en vez de macanazos y actos represivos. Pedí varios para dárselo a mis nietos”, comentó el ingeniero jubilado de 84 años, Francisco Huimundo.
En la línea azul, paradero Hidalgo, una de las muchachas repartidora explicó: “Creo que hemos entregado aquí, en esta estación, desde el viernes, unos 30 mil ejemplares. Es curioso, la gente lo toma con sorpresa, no esperan que se le regale un libro; pero después regresan y piden otros. Un señor, hace un rato, me solicitó 30 y se los di: me dijo que era maestro en Yucatán y que quería llevárselos a sus alumnos como regalo”.
Sí, en los vagones los pasajeros abren su acordeón y se detienen, curiosos y ensimismados, frente a los dibujos, leen los versos, y siguen la secuencia de los fotogramas. Una niña de unos 10 años lee en voz alta, espontáneamente, la estrofa final: “Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. / Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon: / les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, / abrazó al primer hombre; echóse a andar...” La pequeña se tapa la cara ante la mirada de la gente: le pregunta en susurro a su mamá: “¿Qué eso eso de ‘incorporóse’ y ‘echóse’, mami?”: parece que el hermano mayor a su lado, intenta explicarle.
La avalancha de la estación Pino Suárez: casi todo el mundo sale del subterráneo con su bandoneón vallejiano. “Muy sorpresivo este obsequio de un cuaderno con un poema fundamental, de un poeta imprescindible en las vanguardias hispánicas de los años 20. Los leí en la carrera y lo sigo leyendo: estudié literatura en la UNAM. Me llevo unos cuantos ejemplares para regalarlos a mis amigos”, expuso María Teresa Olmedín.
César Vallejo, peregrino del Sistema de Transporte Colectivo de una de las ciudades más populosas del planeta. Alguien lo vio con sus mohines de Santiago de Chuco en Cuatro Caminos. Dicen que en Balderas quiso “Ir muriendo y cantando. Y bautizar la sombra”, entre la multitud agolpada en el bullicio.
Esta iniciativa de las autoridades culturales del DF es loable y hermosa, valga el lugar común: “Hay gana de un gran beso que amortaje a la vida”, como quería el poeta peruano, siempre alerta para “hablar de la esperanza”.
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